Página 475 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 3 (2004)

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Verdadero refinamiento en el ministerio
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carga de guiar a las almas desde las tinieblas de la naturaleza a la
luz maravillosa, debieran recordar siempre que ellos mismos deben
avanzar en la luz, o de lo contrario ¿cómo pueden guiar a otros? Si
ellos mismos caminan en la oscuridad, asumen una responsabilidad
muy terrible al pretender enseñar a otros el camino.
Usted ha estado laborando en lugares donde no era competen-
te para realizar debidamente el trabajo que había emprendido. No
trabajó juiciosamente. Buscaba compensar su falta de verdadero
conocimiento censurando a otras denominaciones, atropellando a
otros, y haciendo críticas duras y amargas sobre la conducta y con-
dición de ellos. Si su corazón hubiera fulgurado completamente con
el espíritu de verdad, si hubiera estado santificado en su servicio a
Dios y caminado en la luz como Cristo está en la luz, habría avan-
zado con sabiduría y habría tenido suficientes recursos y medios a
su disposición como para mantener un interés sin hacer esfuerzos
extraordinarios y apartarse de su trabajo específico para denostar a
otros que profesan ser cristianos.
Los incrédulos se han disgustado; piensan que usted ha repre-
sentado claramente a los adventistas del séptimo día y consideran
que esto es suficiente y no quieren saber más de esas doctrinas.
En el mejor de los casos nuestra fe es impopular y está en amplio
contraste con la fe y prácticas de otras denominaciones. A fin de
alcanzar a aquellos que están en las tinieblas del error y en falsas
teorías, debemos acercarnos a ellos con suma cautela y con la mayor
sabiduría, concordando con ellos en todo punto en que podamos
hacerlo a conciencia.
Debiera mostrarse toda consideración posible por aquellos que
están en el error y darles completo crédito por su honestidad. De-
biéramos acercarnos a la gente tanto como sea posible, y entonces
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puede beneficiarles la luz y la verdad que tenemos. Pero el hermano
E, como muchos de nuestros ministros, comienza de inmediato una
guerra contra los errores que otros abrigan; de ese modo despierta
su combatividad y una terca oposición, y esto los encierra en una
armadura de prejuicio egoísta que ningún cúmulo de evidencias
puede quitar.
¿Quién sino usted será responsable por las almas que ha des-
viado de la verdad por sus labores no santificadas? ¿Quién puede
derribar los muros de prejuicio que su labor poco juiciosa ha levan-