Página 478 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 3 (2004)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 3
satisfecho con su propia persona. Debiera educarse y vencer su
espíritu fanático y criticón. Necesita colocar y mantener el cuerpo
bajo sujeción, no sea que, después de haber predicado a otros, usted
mismo sea reprobado.
Usted mira las cosas sin perspectiva; toma cosas insignificantes,
encuentra faltas, y duda de la conducta de otros, cuando podría
hacer mucho mejor venciendo los defectos de su carácter y su vida,
trabajando desde un punto de vista cristiano, buscando luz de Dios,
y preparándose para unirse a los ángeles puros en el reino de los
cielos. Como usted está, echaría a perder todo el cielo. Usted es
rústico, sin refinamiento y sin santidad. No hay lugar en el cielo para
un carácter como el que usted posee ahora.
Si usted emprende el trabajo seriamente y, sin presentar ninguna
excusa por el pecado, condena el pecado en la carne y se proyecta
con fe y esperanza en busca de la gracia divina y de un juicio recto,
puede vencer esas deficiencias de su carácter que lo descalifican
para trabajar en la causa de Dios. Usted no ha avanzado ni mejorado
por muchos años. Está más lejos hoy de la norma de la perfección
cristiana, de poseer las cualidades que debieran encontrarse en el
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ministro del evangelio, que lo que estaba unos pocos meses después
de haber recibido la verdad.
Dios se desagrada de aquellos que no son entendidos en cuanto
a la religión cristiana y que sin embargo están tratando de guiar
a otros. Usted está representado correctamente por el hombre que
trataba de sacar una mota del ojo de su hermano cuando había una
viga en su propio ojo. Primero ponga su propio corazón en orden, y
reforme su propio carácter; obtenga una conexión con Dios y gane
una experiencia cristiana diaria; luego podrá llevar una carga por las
almas que están sin Cristo.
Entre los hermanos hay sólo pocos que hayan tomado más tiem-
po que usted para leer a diferentes autores, y sin embargo usted es
muy deficiente en las cualidades necesarias para un ministro que
está enseñando la verdad. Usted falla en citar, o aun leer, las Escri-
turas correctamente. Esto no debiera ser. Usted no ha progresado
en cultura mental ni se ha asegurado un crecimiento de la gracia
en el alma que se refleje en sus palabras y conducta. Usted no ha
sentido la necesidad de esforzarse en busca de logros más altos y
más santos.