Página 502 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 3 (2004)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 3
A todos, especialmente a los predicadores que enseñan la ver-
dad, incumbe la solemne responsabilidad de vencer en lo tocante al
apetito. Su utilidad sería mucho mayor si dominaran sus apetitos y
pasiones; y sus facultades mentales y morales serían más vigorosas
si ellos combinaran el trabajo físico con las actividades mentales.
Combinando los hábitos de estricta temperancia con el trabajo men-
tal y físico, lograrían hacer mucho más trabajo, y conservarían la
claridad de la mente. Si siguieran esta conducta, sus pensamientos
y palabras fluirían más libremente, sus ejercicios religiosos serían
más enérgicos y las impresiones hechas en sus oyentes serían más
notables.
La intemperancia en el comer, aunque se trate de alimentos de la
debida calidad, tendrá una influencia agotadora sobre el organismo
y embotará las emociones más sensibles y santas. La temperancia
estricta en el comer y beber es altamente esencial para la sana conser-
vación y el ejercicio vigoroso de todas las funciones del cuerpo. Los
hábitos estrictamente temperantes, combinados con el ejercicio de
los músculos tanto como de la mente, conservarán el vigor mental y
físico y darán fuerza y resistencia a los que se dedican al ministerio,
a los redactores y a todos los demás cuyos hábitos sean sedentarios.
Como pueblo, a pesar de que profesamos practicar la reforma pro
salud, comemos demasiado. La complacencia del apetito es la causa
más importante de la debilidad física y mental y es el cimiento de la
flaqueza que se nota por doquiera.
La intemperancia comienza en nuestras mesas, por el consumo
de alimentos malsanos. Después de un tiempo, por la complacencia
continua del apetito, los órganos digestivos se debilitan y el alimen-
to ingerido no satisface. Se establecen condiciones malsanas y se
anhela ingerir alimentos más estimulantes. El té, el café y la carne
producen un efecto inmediato. Bajo la influencia de estos venenos,
el sistema nervioso se excita y, en algunos casos, el intelecto parece
vigorizado momentáneamente y la imaginación resulta más vívida.
Por el hecho de que estos estimulantes producen resultados pasa-
jeros tan agradables, muchos piensan que los necesitan realmente
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y continúan consumiéndolos. Pero siempre hay una reacción. El
sistema nervioso, habiendo sido estimulado indebidamente, obtuvo
fuerzas de las reservas para su empleo inmediato. Todo este for-
talecimiento pasajero del organismo va seguido de una depresión.