Página 503 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 3 (2004)

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El poder del apetito
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En la misma proporción en que estos estimulantes vigorizan tem-
poralmente el organismo, se producirá una pérdida de fuerzas de
los órganos excitados después que el estímulo pasa. El apetito se
acostumbra a desear algo más fuerte, lo cual tenderá a aumentar
la sensación agradable, hasta que satisfacerlo llega a ser un hábito
y de continuo se desean estimulantes más fuertes, como el tabaco,
los vinos y licores. Cuanto más se complazca el apetito, tanto más
frecuentes serán sus demandas, y más difícil dominarlo. Cuanto más
se debilite el organismo y menos pueda pasarlo sin estimulantes
antinaturales, tanto más aumentará la pasión por esas cosas, hasta
que la voluntad quede avasallada y no tenga ya fuerza para negarse
a satisfacer el deseo malsano.
La única conducta segura consiste en no tocar ni probar té, café,
vino, tabaco, opio ni bebidas alcohólicas. La necesidad que tienen
los hombres de esta generación de invocar en su ayuda el poder de
la voluntad fortalecida por la gracia de Dios, a fin de no caer ante
las tentaciones de Satanás, y resistir hasta la menor complacencia
del apetito pervertido, es dos veces mayor hoy que hace algunas
generaciones. Pero la actual tiene menos dominio propio que las
anteriores. Los que han complacido su apetencia por estos estimu-
lantes han transmitido sus apetitos depravados y pasiones a sus hijos,
y se requiere mayor poder moral para resistir la intemperancia en
todas sus formas. La única conducta perfectamente segura consiste
en colocarse firmemente de parte de la temperancia y no aventurarse
en la senda del peligro.
El principal motivo que tuvo Cristo para soportar aquel largo
ayuno en el desierto, fue enseñarnos la necesidad de la abnegación y
la temperancia. Esta obra debe comenzar en nuestra mesa, y debe
llevarse estrictamente a cabo en todas las circunstancias de la vida.
El Redentor del mundo vino del cielo para ayudar al hombre en su
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debilidad, para que, con el poder que Jesús vino a traerle, lograra
fortalecerse para vencer el apetito y la pasión y pudiese ser vencedor
en todo.
Muchos padres educan los gustos de sus hijos y forman su apeti-
to. Les permiten comer carne y beber té y café. Los alimentos a base
de carne y altamente sazonados, y el té y café cuyo consumo algunas
madres fomentan en sus hijos, los preparan para desear estimulantes
más fuertes, como el tabaco. El uso de éste despierta el deseo de