Página 504 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 3 (2004)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 3
ingerir bebidas alcohólicas; y el consumo de tabaco y bebidas reduce
invariablemente la energía nerviosa.
Si las sensibilidades morales de los cristianos se aguzaran en el
tema de la temperancia en todas las cosas, podrían, por su ejemplo,
y principiando en sus mesas, ayudar a los que tienen poco domi-
nio propio, a los que son casi incapaces de resistir a las instancias
de su apetito. Si pudiéramos comprender que los hábitos que ad-
quirimos en esta vida afectarán nuestros intereses eternos, y que
nuestro destino eterno depende de que nos habituemos a ser tempe-
rantes, lucharíamos para ser estrictamente temperantes en el comer
y beber. Por nuestro ejemplo y esfuerzo personales, podemos ser
instrumentos para salvar a muchas almas de la degradación de la in-
temperancia, el crimen y la muerte. Nuestras hermanas pueden hacer
mucho en la obra de la salvación de los demás, al poner sobre sus
mesas únicamente alimentos sanos y nutritivos. Pueden dedicar su
precioso tiempo a educar los gustos y apetitos de sus hijos, a hacerles
adquirir hábitos de temperancia en todas las cosas, y a estimular la
abnegación y la benevolencia para beneficio de los demás.
No obstante el ejemplo que Cristo nos dio en el desierto de la
tentación al negarse a complacer el apetito y al vencer su poder, son
muchas las madres cristianas que, por su ejemplo y por la educación
que dan a sus hijos, los están preparando para que lleguen a ser
glotones y bebedores. Con frecuencia se permite a los niños que
coman lo que prefieren y cuando quieren, sin tener en cuenta su
salud. Son muchos los niños a quienes se educa desde su infancia
para que lleguen a ser glotones. Por la complacencia del apetito,
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padecen de dispepsia desde su tierna infancia. La complacencia
propia y la intemperancia en el comer se desarrollan y fortalecen con
el aumento de vigor. El poder mental y físico es sacrificado por la
indulgencia de los padres. Adquieren gusto por ciertos manjares de
los cuales no reciben beneficio, sino perjuicio, y como el organismo
se recarga, la constitución se debilita.
Los predicadores, maestros y alumnos no se enteran como de-
bieran de la necesidad del ejercicio al aire libre. Descuidan este
deber, que es de lo más esencial para la conservación de la salud. Se
aplican detenidamente al estudio de los libros, e ingieren la alimenta-
ción de un trabajador manual. Con tales hábitos, algunos adquieren
corpulencia porque el organismo está obstruido. Otros enflaquecen