Página 506 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 3 (2004)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 3
éstas no son vivificadas por el Espíritu de Dios para alcanzar los
corazones de los oyentes.
Así como nuestros primeros padres perdieron el Edén por com-
placer el apetito, nuestra única esperanza de reconquistar el Edén
consiste en dominar firmemente el apetito y la pasión. La abstinencia
en el régimen alimentario y el dominio de todas las pasiones con-
servarán el intelecto y darán un vigor mental y moral que capacitará
a los hombres para poner todas sus propensiones bajo el dominio
de las facultades superiores, para discernir entre lo bueno y lo malo,
lo sagrado y lo profano. Todos los que tienen un verdadero sentido
del sacrificio hecho por Cristo al abandonar su hogar del cielo para
venir a este mundo a fin de mostrar al hombre, por su propia vida,
cómo resistir la tentación, se negarán alegremente ellos mismos y
resolverán participar de los sufrimientos de Cristo.
El temor de Jehová es el principio de la sabiduría. Los que venzan
como Cristo venció, necesitarán precaverse constantemente contra
las tentaciones de Satanás. El apetito y las pasiones deben ser some-
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tidos al dominio de la conciencia iluminada, para que el intelecto no
sufra perjuicio, y las facultades de percepción se mantengan claras a
fin de que las obras y trampas de Satanás no sean interpretadas como
providencia de Dios. Muchos desean la recompensa y la victoria
finales que han de ser concedidas a los vencedores, pero no están
dispuestos a soportar los trabajos, las privaciones y la abnegación co-
mo lo hizo su Redentor. Únicamente por la obediencia y el esfuerzo
continuo seremos vencedores como Cristo lo fue.
El poder dominante del apetito causará la ruina de millares de
personas, que, si hubieran vencido en ese punto, habrían tenido fuer-
za moral para obtener la victoria sobre todas las demás tentaciones
de Satanás. Pero los que son esclavos del apetito no alcanzarán a
perfeccionar el carácter cristiano. La continua transgresión del hom-
bre durante seis mil años ha producido enfermedad, dolor y muerte.
Y a medida que nos acerquemos al fin, la tentación de complacer el
apetito será más poderosa y más difícil de vencer.
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