Página 508 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 3 (2004)

Basic HTML Version

504
Testimonios para la Iglesia, Tomo 3
dado a mi esposo, entonces no habría problemas con el puesto que
ocupa. Pero usted yerra grandemente al dar a la mente y el juicio de
un hombre esa autoridad e influencia con la que Dios ha investido a
su iglesia a través del juicio y la voz de la Asociación General.
Cuando este poder que Dios ha colocado en la iglesia es acredi-
tado a un hombre y a él se lo inviste con la autoridad de ser criterio
para otras mentes, entonces se cambia el verdadero orden bíblico.
Los esfuerzos de Satanás sobre la mente de tal hombre serán suma-
mente sutiles y a veces irresistibles, porque a través de esta mente
él piensa que puede afectar a muchos otros. Su posición acerca del
liderazgo es correcta, si usted le da a la suprema autoridad organiza-
da en la iglesia lo que le ha dado a un hombre. Dios nunca planeó
que su obra llevara el sello de la mente de un hombre y el juicio de
un individuo.
La gran razón por la que los hermanos B y C en este momento
son deficientes en la experiencia que ya debieran tener es porque no
han cultivado la confianza propia. Han rehuido responsabilidades
porque al asumirlas se harían visibles sus deficiencias. Han estado
demasiado dispuestos a que mi esposo dirija y lleve responsabilida-
des, y le han permitido que fuera mente y juicio para ellos. Estos
hermanos son débiles en donde debieran ser fuertes. No se han atre-
vido a seguir su propio juicio independiente, no sea que cometieran
errores y se los culpara por ello; en cambio estuvieron dispuestos
a ser tentados y a hacer responsable a mi esposo si pensaban que
podían ver errores en su conducta. No han levantado las cargas con
él. Han consultado continuamente a mi esposo, haciéndolo llevar
las responsabilidades que debieran haber compartido con él, hasta
que se han vuelto débiles en esas cualidades en las que deberían ser
fuertes. Son débiles en poder moral cuando podrían ser gigantes,
capacitados para permanecer como pilares en la causa de Dios.
Estos hermanos no confían en ellos mismos, no confían en que
Dios ciertamente los guiará si siguen la luz que él les ha dado. Dios
nunca se propuso que hombres fuertes e independientes, de intelecto
[542]
superior, se aferraran a otros en busca de apoyo como la hiedra se
aferra al roble. Todas las dificultades, los contratiempos, las pri-
vaciones y los chascos que los siervos de Dios enfrentarán en el
trabajo activo sólo los fortalecerán en la formación de caracteres
correctos. Al poner en uso las energías de su mente, los obstáculos