Página 515 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 3 (2004)

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Liderazgo
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los sentimientos están al menos santificados, no necesita sentir que
está haciendo un sacrificio muy grande. No deja a su esposa entre
los paganos. No se lo llama a hollar el ardiente desierto africano
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o a enfrentar prisiones y pruebas a cada paso. Ni intente que lo
compadezcan ni permite que los sentimientos humanos y las consi-
deraciones personales se mezclen con sus esfuerzos y labores por la
causa de Dios. Él demanda un servicio desinteresado y voluntario.
Usted lo puede rendir, y sin embargo cumplir con todos sus deberes
para con su familia; pero mantenga esto como un asunto secundario.
Mi esposo y yo hemos cometido errores al consentir en asumir
responsabilidades que otros deberían llevar. Al comienzo de esta
obra se necesitaba un hombre para proponer, ejecutar con determi-
nación y dirigir, batallando contra el error y obstáculos elevados.
Mi esposo llevó la carga más pesada y enfrentó la más decidida
oposición. Pero cuando llegamos a ser un cuerpo plenamente orga-
nizado, y varios hombres fueron escogidos para actuar en puestos
de responsabilidad, entonces era el momento apropiado para que
mi esposo dejara de llevar por más tiempo las responsabilidades y
las cargas pesadas. Esta labor le correspondía a más de uno. Aquí
es donde sus hermanos cometieron el error de urgirlo, y él el de
consentir a continuar bajo las cargas y responsabilidades que había
llevado solo por años. Debería haber depuesto esas cargas hace años,
las que tendrían que haberse dividido con otros hombres elegidos
para actuar en favor del pueblo. Satanás se sentiría complacido en
tener la mente de un hombre y el juicio de un hombre controlando
las mentes y el juicio de aquellos que creen la verdad presente.
Frecuentemente mi esposo ha sido dejado casi solo para ver y
sentir las necesidades de la causa de Dios y para actuar prestamente.
Sus hermanos en el liderazgo no tenían un intelecto deficiente, pero
carecían de una mente dispuesta a permanecer en el cargo que mi es-
poso ha ocupado. Inconsistentemente permitieron que un paralítico
llevara las cargas y responsabilidades de esta obra, las que ninguno
de ellos podía soportar con sus nervios fuertes y sus músculos firmes.
A veces él ha usado evidente severidad y ha hablado de tal manera
que ha ofendido. Cuando él ha visto a otros que podrían haber com-
partido sus cargas, evitando responsabilidades, ha sentido tristeza en
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su corazón y ha hablado impulsivamente. No fue colocado en esta
posición irrazonable por el Señor, sino por sus hermanos. Su vida