Página 516 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 3 (2004)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 3
ha sido apenas un poco mejor que una especie de esclavitud. Las
pruebas constantes, las preocupaciones que lo acosaban, el trabajo
mental agotador, no han sido valorados por sus hermanos. Él ha
llevado una vida sin goces, y sus desdichas han aumentado con las
quejas de sus hermanos ministros que se negaban a hacer lo que
podrían haber hecho. La naturaleza ha sido maltratada vez tras vez.
Mientras sus hermanos han encontrado faltas en él por hacer tanto,
no se adelantaron para asumir su parte de responsabilidad, sino que
han estado demasiado dispuestos a hacerlo responsable por todo.
Usted vino noblemente a llevar responsabilidades cuando no había
otros que las levantaran. Si sus hermanos en el ministerio hubieran
cultivado una disposición a levantar las cargas que tendrían que
haber llevado, mi esposo no habría visto y hecho tanto trabajo que
necesitaba hacerse y que él pensó que no se debía descuidar.
Dios no ha permitido que la vida de mi esposo termine ignomi-
niosamente. Él lo ha sostenido. Pero el hombre que cumple doble
trabajo, que acumula el trabajo de dos años en uno, está quemando
su vela por las dos puntas. Todavía hay un trabajo para que mi espo-
so realice que él debería haber hecho hace años. Ahora necesitaría
tener menos luchas, perplejidades y responsabilidades de la vida, y
estar madurando, suavizándose y elevándose para su último cambio.
Ahora él debería economizar su fuerza. No debiera permitir que
las responsabilidades de la causa descansen sobre él tan pesada-
mente, sino que debiera permanecer libre de esas cargas, donde los
prejuicios y la suspicacia de sus hermanos no perturben su paz.
Dios ha permitido que la preciosa luz de la verdad brille sobre
su Palabra e ilumine la mente de mi esposo. Mediante su predica-
ción y sus escritos, él puede reflejar sobre otros los rayos de luz
que proceden de la presencia de Jesús. Pero al servir a las mesas,
haciendo negocios en conexión con la causa, se ha visto privado,
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en gran medida, del privilegio de usar su pluma y de predicar a la
gente.
Él ha sentido que fue llamado por Dios para salir en defensa de
la verdad, y para reprobar, a veces severamente, a aquellos que no
estaban obrando con rectitud en la obra. La presión de las preocu-
paciones y la aflicción de la enfermedad a menudo lo han hundido
en el desánimo, a veces ha visto las cosas en una luz exagerada.
Sus hermanos han tomado ventaja de sus palabras y de su mane-