Página 517 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 3 (2004)

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Liderazgo
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ra expeditiva de ser, lo que ha estado en marcado contraste con el
trabajo lento de ellos y sus estrechos planes de operación. Le han
atribuido a mi esposo motivos y sentimientos que él no merecía.
El amplio contraste entre ellos y él parecía como un golfo; pero
este vacío podría haberse salvado fácilmente si estos hombres de
intelecto hubieran puesto sus intereses en forma indivisa y todo su
corazón en la obra de edificar y hacer avanzar la preciosa causa de
Dios.
Podríamos ejercer una influencia constante en este lugar, en la
cabeza de la obra, lo que promovería la prosperidad de nuestras
instituciones. Pero la conducta de otros que no hacen lo que podrían,
que están sujetos a tentación y que, si su camino se entrecruza,
desprestigiarían nuestros esfuerzos más fervientes por la prosperidad
de la causa de Dios, nos obliga a buscar un asilo en otra parte donde
podamos trabajar en forma más ventajosa y con menos peligro de ser
aplastados bajo la carga. Dios nos ha dado gran libertad y poder con
su pueblo en Battle Creek. Cuando vinimos a este lugar el verano
pasado, nuestro trabajo comenzó seriamente, y desde entonces ha
continuado siempre. Ha sobrevenido una perplejidad y dificultad
tras otra, demandando un trabajo exigente para corregir las cosas.
Cuando el Señor mostró que el hermano D podría ser el hombre
para el lugar, si permanecía humilde y dependía de la fuerza divina,
no cometió un error craso ni escogió al hombre equivocado. Por un
tiempo el hermano D tuvo un verdadero interés en el trabajo y actuó
como un padre en el Instituto de Salud. Pero se volvió jactancioso y
autosuficiente. Persiguió un rumbo equivocado. Cedió a la tentación.
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Las excusas que los directores dieron por su descuido del deber
son todas erróneas. El haber volcado las responsabilidades sobre el
hermano y la hermana White es algo que se registra contra ellos.
Simplemente descuidaron su deber porque era desagradable.
Vi que se necesitaba ayuda en la costa del Pacífico. Pero Dios
no quería que asumiéramos las responsabilidades o lleváramos las
perplejidades que pertenecen a otros. Podemos permanecer como
consejeros y ayudarles con nuestra influencia y nuestro juicio. Pode-
mos hacer mucho si no somos inducidos a ponernos bajo la carga
y llevar el peso que otros debieran llevar, y que es importante para
ellos que lleven a fin de obtener una experiencia necesaria. Tene-
mos asuntos importantes que poner por escrito que la gente necesita