Página 535 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 3 (2004)

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Nuestro deber hacia los desafortunados
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posible. Hay algunos que mejoran sus ojos estando atentos en busca
de oportunidades para trabajar para su propio beneficio a fin de
obtener ganancias, pero Dios puede traer confusión sobre ellos en
una manera que no esperan.
Si Dios en su misericordia le ha dado al ciego facultades inventi-
vas que puede usar para su propio bien, no permita Dios que alguien
le tenga envidia por este privilegio y lo despoje de los beneficios que
podría derivar de este don que Dios le ha dado. El ciego enfrenta
desventajas por todas partes por la pérdida de su vista. El corazón
en el cual no se despiertan la compasión y la solidaridad al ver a un
ciego tanteando su camino en un mundo que para él está cubierto de
tinieblas, ciertamente es un corazón duro y debe ser ablandado por
la gracia de Dios. El ciego no puede mirar el rostro de nadie y leer
allí compresión y verdadera benevolencia. No puede contemplar las
bellezas de la naturaleza y descubrir el dedo de Dios en sus obras
creadas. Los alegres mensajes del mundo natural no le hablan para
consolarlo y bendecirlo cuando el desaliento se cierne sobre él. Cuán
rápidamente canjearía su ceguera y cada bendición temporal por
la bendición de la vista. Pero él está encerrado en un mundo de
tinieblas, y los derechos que Dios le ha dado han sido pisoteados
para que otros puedan conseguir ganancias.
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