Página 538 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 3 (2004)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 3
“Un hombre descendía de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de
ladrones, los cuales le despojaron; e hiriéndole, se fueron, dejándole
medio muerto. Aconteció que descendió un sacerdote por aquel ca-
mino, y viéndole, pasó de largo. Asimismo un levita, llegando cerca
de aquel lugar, y viéndole, pasó de largo. Pero un samaritano, que
iba de camino, vino cerca de él, y viéndole, fue movido a misericor-
dia; y acercándose, vendó sus heridas, echándoles aceite y vino; y
poniéndole en su cabalgadura, lo llevó al mesón y cuidó de él. Otro
día al partir, sacó dos denarios, y los dio al mesonero, y le dijo: Cuí-
damele; y todo lo que gastes de más, yo te lo pagaré cuando regrese.
¿Quién, pues, de estos tres te parece que fue el prójimo del que cayó
en manos de los ladrones? Él dijo: El que usó de misericordia con
él. Entonces Jesús le dijo: Ve, y haz tú lo mismo”.
Lucas 10:25-37
.
Aquí nuestro Salvador, de la manera más sencilla, expresa clara-
mente las condiciones para heredar la vida eterna. El hombre que fue
herido y robado representa a aquellos que necesitan nuestro interés,
comprensión y apoyo. Si descuidamos los casos de los necesitados
y desafortunados cuya situación viene a nuestro conocimiento, no
importa quiénes puedan ser, no tenemos seguridad de la vida eterna;
porque no satisfacemos las demandas que Dios nos hace. No mani-
festamos compasión y comprensión por la gente porque quizás ellos
no son amigos ni parientes nuestros. Han sido hallados transgresores
del segundo gran mandamiento, del cual dependen los últimos seis
mandamientos. Cualquiera que ofende en un punto es culpable de
todos. Aquellos que no abren sus corazones a las necesidades y su-
frimientos de la humanidad no abrirán sus corazones a las demandas
de Dios como se las declara en los primeros cuatro preceptos del
Decálogo. Los ídolos reclaman el corazón y los afectos, y Dios no
es honrado ni reina supremo.
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Ustedes, como familia, han fracasado tristemente. En el sentido
más estricto, no son observadores de los mandamientos. Pueden
ser enteramente exactos en algunas cosas, sin embargo descuidan
los asuntos más importantes: el juicio, la misericordia y el amor de
Dios. Aunque las costumbres del mundo no son nuestro criterio,
sin embargo se me ha mostrado que la comprensión compasiva y
la benevolencia del mundo hacia los desafortunados en muchos
casos avergüenzan a los profesos seguidores de Cristo. Muchos
manifiestan indiferencia hacia aquellos a quienes Dios ha colocado