Página 540 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 3 (2004)

Basic HTML Version

536
Testimonios para la Iglesia, Tomo 3
cuidadosos. Ahora se necesita el valor, no el abatimiento perezoso
ni la murmuración malhumorada. Estamos en este mundo a fin de
trabajar para el Maestro y no para analizar nuestras inclinaciones y
placeres, con el fin de servirnos y glorificarnos a nosotros mismos.
¿Por qué, entonces, tenemos que ser inactivos y desanimarnos porque
no vemos los resultados inmediatos que deseamos?
Nuestra tarea es trabajar en la viña del Señor, no meramente
para nosotros mismos, sino para el bien de otros. Nuestra influencia
es una bendición o una maldición para otros. Estamos aquí para
formar caracteres perfectos para el Cielo. Tenemos algo que hacer
además de quejarnos y murmurar frente a las providencias de Dios,
y de recriminarnos a nosotros mismos. Nuestro adversario no nos
permitirá descansar. Si somos ciertamente los hijos de Dios seremos
hostigados y asediados severamente, y no necesitamos esperar que
Satanás o aquellos bajo su influencia nos traten bien. Pero hay ánge-
les sumamente poderosos que estarán con nosotros en todos nuestros
conflictos si tan sólo somos fieles. Cristo conquistó a Satanás en
nuestro favor en el desierto de la tentación. Él es más poderoso que
Satanás, y en breve lo aplastará bajo nuestros pies.
[577]
Ustedes, como familia y como individuos, se han excusado de
prestar un servicio ferviente, activo, en la causa de su Maestro. Han
sido demasiado indolentes y han dejado que otros lleven muchas
de las cargas más pesadas que ustedes podrían y deberían haber
llevado. Su fuerza espiritual y sus bendiciones estarán en proporción
al trabajo de amor y a las buenas obras que realicen. La orden del
apóstol Pablo es: “Sobrellevad los unos las cargas de los otros, y
cumplid así la ley de Cristo”.
Gálatas 6:2
. La observancia de los
mandamientos de Dios requiere de nosotros buenas obras, abnega-
ción, sacrificio propio y devoción para el bien de otros; no es que
nuestras buenas obras solas puedan salvarnos, pero seguramente no
podemos ser salvos sin buenas obras. Después que hemos hecho
todo lo que somos capaces de hacer, tenemos que decir entonces: No
hemos hecho nada más que nuestro deber, y a lo sumo somos siervos
inútiles, indignos del favor más pequeño de Dios. Cristo debe ser
nuestra justicia y la corona de nuestro regocijo.
La justicia propia y la seguridad carnal los han cercado como un
muro. Como familia ustedes poseen un espíritu de independencia y
orgullo. Este elemento los separa de Dios. Es una falta, un defecto,