Página 542 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 3 (2004)

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Ternura y solidaridad en el hogar
Hay muchos en nuestro mundo que están hambrientos del amor
y la comprensión que tendría que dárseles. Muchos hombres aman
a sus esposas, pero son demasiado egoístas para manifestarles su
amor. Tienen orgullo y una dignidad falsa y no mostrarán su amor
mediante palabras y hechos. Hay muchos hombres que nunca saben
cuán hambriento está el corazón de la esposa de escuchar palabras de
tierno aprecio y afecto. Entierran a sus seres queridos y murmuran
contra la providencia de Dios que los ha privado de sus compañeras,
cuando, si pudieran mirar en la vida interior de esas compañeras,
verían que su propia conducta fue la causa de su muerte prematura.
La religión de Cristo nos inducirá a ser amables y corteses y no tan
persistentes en nuestras opiniones. Debiéramos morir al yo y estimar
a otros como mejores que nosotros mismos.
La Palabra de Dios es nuestra norma, ¡pero cuán lejos de ella
se ha apartado su pueblo profeso! Nuestra fe religiosa debe ser no
sólo teórica sino práctica. La religión pura y sin mancha no nos
permitirá pisotear los derechos de la más pequeña de las criaturas de
Dios, mucho menos de los miembros de su cuerpo y los miembros
de nuestra propia familia. Dios es amor, y quienquiera que mora en
él vive en amor. La influencia del egoísmo mundano, que algunos
llevan consigo como una nube, enfriando la misma atmósfera que
otros respiran, hace que el alma se enferme y frecuentemente provoca
la muerte.
Para usted será una gran prueba cultivar un amor puro, abnegado,
y una benevolencia desinteresada. Renunciar a sus opiniones e ideas,
desistir de su juicio y seguir el consejo de otros será una gran prueba
para usted. Los diversos miembros de su familia tienen ahora sus
propias familias. Pero el mismo espíritu que existió en mayor o en
menor medida en la casa paterna se encuentra en los hogares de
sus hijos y nietos y lo sienten quienes están fuera del círculo de sus
familias. Les falta la dulce sencillez, la ternura semejante a la de
Cristo y su amor desinteresado. Tienen que esforzarse para vencer
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