Página 550 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 3 (2004)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 3
de su carácter sería valioso si estuviera santificado para Dios y con-
trolado por su Espíritu Santo; pero si no, resultará en una maldición
para usted y una maldición para otros. Afirmaciones y consejos que
tienen el sabor de un espíritu dictatorial no son un buen fruto. Usted
necesita el amor enternecedor de Cristo en su corazón, el cual se
reflejará en todos sus actos hacia su familia y hacia todos los que
son colocados bajo su influencia.
Temo, temo grandemente, que J no llegará al cielo. Ama tanto al
mundo y las cosas del mundo que no le sobra amor para Jesús. Está
tan cubierta de egoísmo que la luz iluminadora del cielo no puede
penetrar las paredes frías, oscuras, del amor propio y la autoestima
que ella ha estado construyendo por toda una vida. El amor es la llave
para abrir los corazones, pero la preciosa planta del amor no ha sido
cultivada. J ha cegado por tanto tiempo sus ojos a su egoísmo que
ahora no puede discernirlo. Ha tenido tan poca religión experimental
que en el corazón ella es del mundo, y me temo que este mundo
es todo el cielo que ella alguna vez tendrá. Su influencia sobre su
esposo no es buena. Ha sido desviado por ella y no ve la necesidad
de ser fortalecido por la gracia de Dios para mantenerse de parte de
lo recto con verdadero valor moral. Ella no sólo falla en comprender
y hacer la obra que Dios le requiere, sino que ejerce una influencia
irresistible para retener a su esposo y atarle las manos. Y en gran
medida ha tenido éxito. Él está cegado.
El hermano M debiera considerar que Dios tiene derechos sobre
él que están por encima de toda relación terrenal. Necesita el colirio,
las vestiduras blancas y el oro, para que pueda tener un carácter
simétrico y una abundante entrada en el reino de Dios. Nada sino
una conversión completa puede alguna vez abrir el alma de su es-
posa para ver sus errores y confesar sus faltas. Ella tiene que hacer
grandes cambios, que no ha hecho porque no ha comprendido su
verdadera condición y no ha podido ver la necesidad de una reforma.
Lejos de estar dispuesta a aprender del Maestro celestial, que era
manso y humilde de corazón, ella considera que la mansedumbre
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es servilismo; y estima como degradante y humillante un espíritu
digno, y la humildad de corazón para considerar a otros mejores que
ella.
J tiene un espíritu terminante, autoritario, orgulloso y volunta-
rioso. No ve nada particularmente deseable en un espíritu manso