Página 560 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 3 (2004)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 3
tanto tiempo ha ejercido en la dirección equivocada, y ahora trabaje
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en la dirección opuesta. Ésta es la única manera para que usted venza
la codicia.
Dios ha abierto caminos por los cuales la codicia puede ser
vencida: realizando actos de benevolencia. Por su vida usted está
diciendo que estima los tesoros del mundo más altamente que las
riquezas inmortales. Usted está diciendo: “Adiós, cielo; adiós, vida
inmortal; he elegido este mundo”. Usted está canjeando la perla de
gran precio por ganancias presentes. Mientras Dios así lo amonesta,
mientras en su providencia él ya ha colocado sus pies en el río
oscuro, por decirlo así, ¿se atreverá usted a cultivar su propensión a
amar el dinero? ¿Se extralimitará, como el acto último de una vida
malgastada, y retendrá aquello que con justicia es de otro? ¿Razonará
creyendo que está haciendo justicia a su hermano? ¿Añadirá otro
acto de intriga y engaño a los ya escritos contra usted en los registros
de arriba? ¿Caerá sobre usted el golpe del juicio retributivo de Dios
y será llamado, sin advertencia, a cruzar las aguas oscuras?
Nuestro Salvador reprendió el pecado de la codicia frecuente y
seriamente. “Y les dijo: Mirad, y guardaos de toda avaricia; porque
la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que
posee. También les refirió una parábola, diciendo: La heredad de
un hombre rico había producido mucho. Y él pensaba dentro de sí,
diciendo: ¿Qué haré, porque no tengo dónde guardar mis frutos?
Y dijo: Esto haré: derribaré mis graneros, y los edificaré mayores,
y allí guardaré todos mis frutos y mis bienes; y diré a mi alma:
Alma, muchos bienes tienes guardados para muchos años; repósate,
come, bebe, regocíjate. Pero Dios le dijo: Necio, esta noche vienen
a pedirte tu alma; y lo que has provisto, ¿de quién será? Así es el
que hace para sí tesoro, y no es rico para con Dios”
Lucas 12:15-21
.
Dios ha hecho una ley para su pueblo indicando que una décima
parte de todas las ganancias serán de él. Yo les he dado, dice Dios,
nueve décimas partes; pido una décima parte de todas las ganancias.
El hombre rico ha retenido esa décima parte que le pertenece a Dios.
Si él no hubiera hecho esto, si hubiera amado a Dios supremamente
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en vez de amarse y servirse a sí mismo, no habría acumulado tan
grandes tesoros hasta el punto de que no hubiera espacio para colo-
carlos. Si él hubiese otorgado sus bienes a sus hermanos pobres para
suplir sus necesidades, no habría habido necesidad de derribar los