Página 561 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 3 (2004)

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El pecado de la codicia
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graneros y construirlos más grandes. Pero él ha hecho caso omiso
de los principios de la ley de Dios. No ha amado al Señor con todo
su corazón y a su prójimo como a sí mismo. Si él hubiera usado
su riqueza como un regalo que Dios le había prestado con el cual
hacer bien a otros, habría depositado tesoros en el cielo y sido rico
en buenas obras.
La extensión y la utilidad de la vida no consisten en la cantidad
de nuestras posesiones terrenales. Aquellos que usan su riqueza
en hacer bien no verán la necesidad de acumular muchos bienes
en este mundo; porque el tesoro que se usa para hacer avanzar la
causa de Dios y que es dado a los necesitados en el nombre de
Cristo, es dado a Cristo, y él lo deposita por nosotros en el banco
del cielo en alforjas que no envejecen. El que hace esto es rico para
con Dios, y su corazón estará donde sus tesoros estén seguros. El
que usa humildemente lo que Dios le ha dado para el honor del
Dador, ofrendando generosamente como él ha recibido, en todos sus
negocios puede sentir paz y la certeza de que la mano de Dios está
sobre él para bien, y él mismo llevará el sello de Dios, teniendo la
sonrisa del Padre.
Muchos han sentido compasión por la suerte del Israel de Dios,
que se sentía constreñido a dar sistemáticamente, además de dar
ofrendas anuales liberales. Un Dios omnisapiente sabía mejor qué
sistema de benevolencia estaría en armonía con su providencia, y le
dio a su pueblo instrucciones al respecto. Siempre se ha demostrado
que para ellos nueve décimas partes valen más que diez décimas.
Aquellos que han pensado aumentar sus ganancias reteniendo lo que
es de Dios, o trayéndole una ofrenda inferior—el animal cojo, ciego
o enfermo—, con toda seguridad sufren pérdidas.
La Providencia, aunque invisible, siempre interviene en los asun-
tos de los hombres. La mano de Dios puede prosperar o retener, y
él frecuentemente le retiene a uno mientras parece prosperar a otro.
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Todo esto es para probar a los hombres y revelar lo que hay en el
corazón. Permite que la desgracia sorprenda a un hermano mientras
que prospera a otros para ver si aquellos a quienes él favorece tienen
delante de sus ojos el temor de Dios y cumplen el deber que se les ha
ordenado en su Palabra de amar a su prójimo como a ellos mismos
y de ayudar a sus hermanos más pobres en base al amor de hacer el
bien. Los actos de generosidad y benevolencia fueron concebidos