Página 563 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 3 (2004)

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El pecado de la codicia
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la dadivosidad se convierta en un hábito que puede contrarrestar el
pecado peligroso y engañoso de la codicia. Dar continuamente da
muerte a la codicia. La benevolencia sistemática está concebida en
el plan de Dios para arrancarle los tesoros al codicioso tan pronto
como son ganados y consagrarlos al Señor, a quien le pertenecen.
Este sistema está dispuesto de tal manera que los hombres pue-
den dar algo de su salario cada día y poner aparte para su Señor una
porción de las ganancias de cada inversión. La práctica constante
del plan de Dios de la benevolencia sistemática debilita la codicia
y fortalece la benevolencia. Si las riquezas aumentan, los hombres,
aun los que profesan piedad, colocan sus corazones en ellas; y cuan-
to más tienen, menos dan a la tesorería del Señor. Así las riquezas
hacen egoístas a los hombres y su acumulación alimenta la codicia;
y estos males se fortalecen mediante el ejercicio activo. Dios co-
noce nuestro peligro y nos ha protegido contra él con medios que
previenen nuestra propia ruina. Se requiere el ejercicio constante de
la benevolencia, para que la fuerza del hábito en las buenas obras
pueda quebrar la fuerza del hábito en una dirección opuesta.
Dios requiere una asignación de medios a objetivos benevolen-
tes cada semana, para que en el ejercicio frecuente de esta buena
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cualidad el corazón pueda mantenerse abierto como una corriente
que fluye sin permitir que se cierre. Mediante el ejercicio, la bene-
volencia constantemente se agranda y fortalece, hasta que llega a
ser un principio y reina en el alma. Es altamente peligroso para la
espiritualidad concederle al egoísmo y la codicia el más pequeño
lugar en el corazón.
La Palabra de Dios tiene mucho que decir en cuanto a sacrificio.
Las riquezas proceden del Señor y a él pertenecen. “Las riquezas y
la gloria proceden de ti”.
1 Crónicas 29:12
. “Mía es la plata, y mío
es el oro, dice Jehová de los ejércitos”.
Hageo 2:8
. “Porque mía es
toda bestia del bosque, y los millares de animales en los collados”.
Salmos 50:10
. “De Jehová es la tierra y su plenitud; el mundo, y los
que en él habitan” (
Salmos 24:1
) Es el Señor tu Dios quien te da el
poder para obtener riquezas.
Las riquezas, por ellas mismas, son transitorias y poco satis-
factorias. Se nos amonesta a no confiar en riquezas inciertas. “Las
riquezas se harán alas como alas de águila, y volarán al cielo”
Pro-