Página 567 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 3 (2004)

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Diligencia en el ministerio
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que se llama conversión. Tiene una religión intelectual, pero necesita
que se lleve a cabo en su vida la obra de la gracia de Dios en el
corazón antes que pueda, en forma inteligente, señalar a otros al
Cordero de Dios que quita los pecados del mundo. La obra para este
tiempo es demasiado solemne e importante como para ser conducida
con manos inmundas y corazones impuros.
El hermano R es de temperamento irritable. Esto crea problemas
para él y para sus mejores amigos. Por naturaleza es celoso, suspicaz
y criticón. Las personas vinculadas más de cerca con él sentirán
esto más profundamente. Tiene mucho egoísmo y una exagerada
autoestima, y si no se es tenido en cuenta en forma especial pa-
ra sentirse objeto de la máxima atención, enseguida busca a quien
culpar por ello. La falta está en él. Le encanta que se halague su
vanidad. Sospecha de los motivos de otros y muestra en estos senti-
mientos una mente muy estrecha y egoísta. Piensa que hay mucho
para cuestionar, para encontrar faltas y para censurar en los planes
de trabajo de otros, cuando el verdadero mal existe en su propio
corazón desprovisto de humildad y no consagrado. El yo en él debe
morir, y debe aprender de Jesús, que es manso y humilde de corazón,
o fallará en perfeccionar un carácter cristiano y en ganar finalmente
el cielo.
El hermano R ha fracasado en su manera de enseñar la verdad
a otros. Su espíritu no es atractivo. El yo está mezclado con todos
sus esfuerzos. Es muy puntilloso en el aspecto externo, en lo que se
refiere a su vestimenta, como si esto lo designara como un ministro
de Cristo; pero ha descuidado el adorno interior del alma. No ha
sentido la necesidad de buscar un carácter hermoso, armonioso, que
se parezca al carácter de Cristo, el Modelo correcto. La mansedum-
bre y la humildad que caracterizaron la vida de Jesús ganarían los
corazones y le darían acceso a las almas; pero cuando el hermano R
habla con su propio espíritu, la gente ve expuesto tanto de su yo y tan
poco del espíritu de humildad, que sus corazones no se conmueven,
sino que se endurecen y enfrían bajo su predicación, porque carece
de la unción divina.
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El espíritu de confianza propia y de autoexaltación del hermano
R debe ser eliminado, y él debe ver que es pecador y que necesita
de la continua gracia y poder de Dios para avanzar en medio de la
oscuridad moral de esta era degenerada y para alcanzar a las almas