Página 569 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 3 (2004)

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Diligencia en el ministerio
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Se me transportó más adelante en la vida del hermano R, y
luego hacia atrás para examinar el resultado de sus labores, mientras
intentaba enseñar a otros la verdad. Vi que unos pocos escucharían
y, en cuanto a la parte intelectual, podrían estar convencidos; pero el
hermano R no tiene un conocimiento experimental, diario, viviente
de la gracia de Dios y su poder salvador, y no puede comunicar
a otros lo que él mismo no posee. No tiene la experiencia de un
hombre verdaderamente convertido. ¿Cómo, entonces, puede Dios
transformarlo en una bendición para los pecadores? Él mismo está
ciego, mientras procura guiar a los ciegos.
Se me mostró que su trabajo ha estropeado buenos campos para
otros. Algunos hombres que estaban verdaderamente consagrados a
Dios y que sentían la carga de la obra podrían haber hecho bien y
conducido almas a la verdad en lugares donde él ha hecho intentos
sin éxito, pero después de su trabajo superficial la oportunidad áurea
se esfumó. Las mentes que podrían haber sido convencidas, y los
corazones que podrían haber sido suavizados, se habían endurecido
y llenado de prejuicios bajo sus esfuerzos.
Miré para ver qué almas de valor se mantenían aferradas a la
verdad como resultado de sus labores. Observé cuidadosamente pa-
ra ver qué atención le había dado a las almas, para fortalecerlas y
animarlas, un trabajo que siempre debería acompañar al ministro de
la Palabra. No pude ver a nadie que no habría estado en una condi-
ción mucho mejor si no hubiera recibido las primeras impresiones
de la verdad de parte de él. Es casi imposible para una corriente
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de agua elevarse más alto que su fuente de origen. El hombre que
lleva la verdad a los pecadores se coloca en una situación de terrible
responsabilidad. O convertirá las almas a Cristo o sus esfuerzos las
inclinarán en la dirección equivocada.
Se me ha mostrado que el hermano R es un hombre indolente.
Ama el placer y la comodidad. No le agrada el trabajo físico, ni le
gusta aplicar su mente en forma rigurosa al estudio de la Palabra.
Quiere tomar las cosas en forma indolente. Irá a un lugar e intentará
introducir allí la verdad, cuando su corazón no está en eso. No siente
el peso de la obra, ni una carga real por las almas. No tiene el amor
de las almas en el corazón. Permite que sus inclinaciones lo aparten
del trabajo, acepta que sus sentimientos lo controlen, y deja el tra-
bajo y vuelve a su familia. No tiene una experiencia en materia de