Página 578 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 3 (2004)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 3
cualquier puesto, y que también puedan honrar y disfrutar de los
deberes de la vida doméstica.
La obra de la madre es muy importante y sagrada. Desde la
cuna debería enseñar a sus hijos a practicar hábitos de abnegación y
dominio propio. Si su tiempo se ocupa mayormente con las insensa-
teces de esta era degenerada, si los vestidos y las fiestas absorben
su precioso tiempo, sus hijos dejarán de recibir esa educación que
es esencial que tengan para poder formar caracteres correctos. El
afán de la madre cristiana no debiera concentrarse meramente en
lo externo, sino en que sus hijos puedan tener organismos sanos y
buena moral.
Muchas madres que deploran la intemperancia que existe por
doquier no miran suficientemente profundo para ver la causa. Están
preparando diariamente una variedad de platos y comida altamen-
te sazonada que tientan el apetito y estimulan el comer en exceso.
Las mesas de nuestro pueblo norteamericano están generalmente
preparadas como para formar borrachos. El apetito es el principio
dominante en un gran grupo de personas. Quienquiera que com-
plazca el apetito comiendo demasiado a menudo y consumiendo
comida que no es saludable, está debilitando su poder para resistir
los clamores del apetito y la pasión en otros respectos, en proporción
a cuánto ha fortalecido la propensión a tener hábitos incorrectos
de alimentación. Las madres necesitan ser impresionadas acerca de
su obligación hacia Dios y el mundo de proporcionar a la socie-
dad hijos que tengan caracteres bien desarrollados. Los hombres y
mujeres que llegan al escenario de la acción con principios firmes
estarán capacitados para permanecer sin mancha en medio de la
contaminación moral de esta era corrupta. Es el deber de las madres
aprovechar sus oportunidades áureas para educar correctamente a
sus hijos a fin de que sean útiles y cumplan con su deber. Su tiempo
pertenece a sus hijos en un sentido especial. No debiera dedicarse el
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tiempo precioso a trabajos innecesarios en la vestimenta con fines
de ostentación, sino que se lo debiera emplear pacientemente en
instruir y enseñar cuidadosamente a los hijos sobre la necesidad de
la abnegación y el dominio propio.
Las mesas de muchas profesas mujeres cristianas están puestas
diariamente con una variedad de platos que irritan el estómago y
producen una condición febril del sistema. La comida a base de