Página 581 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 3 (2004)

Basic HTML Version

Los padres como reformadores
577
Ojalá que la mujer comprenda el carácter sagrado de su obra y, con
la fuerza y el temor de Dios, emprenda su misión en la vida. Ojalá
que eduque a sus hijos para que sean útiles en este mundo e idóneos
para el mundo mejor.
Nos dirigimos a madres cristianas. Rogamos que sientan su res-
ponsabilidad como madres y que vivan no para agradarse a ustedes
mismas, sino para glorificar a Dios. Cristo no se agradó a sí mis-
mo, sino que tomó sobre sí la forma de un siervo. Dejó las cortes
reales y condescendió a vestir su divinidad con humanidad, para que
mediante su condescendencia y su ejemplo de abnegación pudiera
enseñarnos cómo llegar a ser elevados a la posición de hijos e hi-
jas de la familia real, hijos del Rey celestial. Pero ¿cuáles son las
condiciones de estas bendiciones sagradas y elevadas? “Salid de en
medio de ellos, y apartaos, dice el Señor, y no toquéis lo inmundo; y
yo os recibiré, y seré para vosotros por Padre, y vosotros me seréis
hijos e hijas, dice el Señor Todopoderoso”.
2 Corintios 6:17, 18
.
Cristo se humilló desde la autoridad más elevada, desde la po-
sición de uno igual a Dios, al lugar más humilde, el de un siervo.
Su hogar estuvo en Nazaret, que era proverbial por su maldad. Sus
[621]
padres estaban entre los pobres de baja posición. Su oficio era el de
un carpintero, y él trabajaba con sus manos para hacer su parte en
el sostenimiento de la familia. Durante treinta años estuvo sujeto
a sus padres. Aquí la vida de Cristo nos señala nuestro deber de
ser diligentes en el trabajo y de proveer e instruir a los débiles e
ignorantes. En sus lecciones de instrucción a sus discípulos, Jesús
les enseñó que su reino no era un reino mundanal, donde todos están
luchando por alcanzar el puesto más elevado.
La mujer ha de ocupar un puesto más sagrado y elevado en la
familia que el rey en su trono. Su gran obra es hacer de su vida un
ejemplo viviente que quisiera que sus hijos imitasen. Por precepto
como también por ejemplo ha de almacenar en sus mentes conoci-
miento útil y guiarlos para que realicen trabajo abnegado por el bien
de otros. El gran estímulo para la madre llena de afanes y cargas
debería ser que cada hijo que es educado rectamente, y que tiene el
adorno interior, el ornamento de un espíritu manso y apacible, será
idóneo para el cielo y brillará en los atrios del Señor.
¡Cuán pocos ven algo atractivo en la verdadera humildad de
Cristo! Su humildad no consistió en tener una baja estima de su pro-