Página 583 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 3 (2004)

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Los padres como reformadores
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han dado a sus hijos! ¡Cuán ferviente y diligentemente debieran
trabajar los padres para cumplir con su deber, en fe y esperanza, en
favor de su infortunada descendencia!
Los padres debieran considerar que su primera tarea es com-
prender las leyes de la vida y la salud, para que nada sea hecho
por ellos en la preparación de los alimentos o mediante cualquier
otro hábito, que desarrolle tendencias erróneas en sus hijos. Cuán
cuidadosamente debieran estudiar las madres cómo preparar sus
mesas con el alimento más sencillo y saludable, para que los órganos
digestivos no se debiliten, las fuerzas nerviosas no se desequilibren,
y la instrucción que debieran dar a sus hijos no se vea contrarrestada
por el alimento colocado ante ellos. Este alimento debilita o fortale-
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ce los órganos del estómago y tiene mucho que ver con el control
de la salud física y moral de los hijos, que son propiedad de Dios
comprada por su sangre. ¡Qué cometido sagrado se les confía a los
padres para que protejan la constitución física y moral de los hijos,
de modo que el sistema nervioso pueda estar bien equilibrado y el
alma no se vea en peligro! Aquellos que complacen el apetito de sus
hijos, y no controlan sus pasiones, verán el terrible error que han
cometido, en el esclavo que ama el tabaco y el consumo de licores,
cuyos sentidos están entorpecidos y cuyos labios declaran falsedades
y profanidad.
Cuando padres e hijos enfrenten el rendimiento final de cuentas,
¡qué escena se presentará! Miles de hijos que han sido esclavos
del apetito y el vicio degradante, cuyas vidas son ruinas morales,
comparecerán cara a cara con los padres, que los hicieron lo que son.
¿Quiénes sino los padres deben llevar esta terrible responsabilidad?
¿El Señor hizo corruptos a estos jóvenes? ¡Oh, no! Él los hizo a
su imagen, un poco menor que los ángeles. ¿Quién, entonces, ha
hecho la terrible obra de formar el carácter de la vida? ¿Quién
cambió sus caracteres de modo que no llevaran el sello de Dios, y
deban estar separados para siempre de su presencia como demasiado
impuros para tener algún lugar con los ángeles puros en un cielo
santo? ¿Fueron los pecados de los padres transmitidos a los hijos en
apetitos y pasiones pervertidos? ¿Y la madre amante de los placeres
completó la obra al descuidar de educarlos debidamente de acuerdo
con el modelo que ella recibió? Todas estas madres pasarán en
revista ante Dios tan seguramente como ellas existen. Satanás está