Página 66 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 3 (2004)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 3
Su ejemplo ha sido un obstáculo para la iglesia y para sus vecinos
no creyentes. Si el Hermano K hubiera estado totalmente consagrado
a Dios, sus obras habrían sido fructíferas y habrían producido mucho
bien. Pero lo que distingue en forma más especial al pueblo de Dios
de los cuerpos religiosos populares no es sólo su profesión, sino
sus caracteres ejemplares y el principio del amor desinteresado. La
influencia poderosa y purificadora del Espíritu de Dios sobre el
corazón, llevada a cabo mediante palabras y obras, los separa del
mundo y los señala como el pueblo peculiar de Dios. El carácter
y la disposición de los seguidores de Cristo serán como los de su
Maestro. Él es el modelo, el ejemplo santo y perfecto dado a los
cristianos para que lo imiten. Sus verdaderos seguidores amarán a
sus hermanos y estarán en armonía con ellos. Amarán a sus vecinos
como Cristo les ha dado el ejemplo y harán cualquier sacrificio si
por ello pueden persuadir a las almas a que dejen sus pecados y se
conviertan a la verdad.
La verdad, profundamente enraizada en los corazones de los
creyentes, brotará y llevará fruto en justicia. Sus palabras y accio-
nes son los canales mediante los cuales los principios puros de la
verdad y la santidad son transmitidos al mundo. Hay bendiciones y
privilegios especiales para aquellos que aman la verdad y caminan
de acuerdo con la luz que han recibido. Si descuidan hacerlo, su luz
se les volverá tinieblas. Cuando el pueblo de Dios se vuelve autosu-
ficiente, el Señor los deja librados a su propia sabiduría. Se promete
misericordia y verdad a los humildes de corazón, a los obedientes y
fieles.
El hermano K se ha interpuesto en el camino de sus hijos. Si
hubiera estado consagrado a Dios, teniendo puesto su corazón en la
obra, y viviendo la verdad que profesaba, habría sentido la importan-
cia de mandar a su casa después de sí, como hizo el fiel Abraham.
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La falta de armonía y amor entre los dos hermanos K es un
descrédito para la causa de Dios. Ambos están equivocados. Ambos
tienen una obra que hacer para someter el yo y cultivar las virtudes
cristianas. Dios es deshonrado por las disensiones, y no exagero
cuando digo, por el odio que existe entre estos dos hermanos na-
turales. El hermano A K es grandemente culpable. Ha acariciado
sentimientos que no han estado de acuerdo con la voluntad de Dios.
Él conoce las peculiaridades de su hermano B K, que tiene un tem-