Página 70 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 3 (2004)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 3
tema. Las personas que complacen el apetito y la pasión, y cierran
sus ojos a la luz por temor de ver complacencias pecaminosas que no
están dispuestos a abandonar, son culpables ante Dios. Quienquiera
que se aparta de la luz en una ocasión, endurece su corazón para
hacer caso omiso de la luz en otros asuntos. Quienquiera que viola
las obligaciones morales en la cuestión de la comida y la vestimen-
ta, prepara el camino para violar las demandas de Dios respecto a
intereses eternos. Nuestros cuerpos no son nuestros. Dios demanda
que cuidemos la habitación que nos ha dado, para que podamos
presentarle nuestros cuerpos en un sacrificio vivo, santo y aceptable.
Nuestros cuerpos pertenecen a Aquel que los hizo, y tenemos la
obligación de estar informados en cuanto a los mejores medios para
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preservarlos de su deterioro. Si debilitamos el cuerpo mediante la
indulgencia propia, la complacencia del apetito y por vestirnos de
acuerdo con modas que destruyen la salud, a fin de estar en armonía
con el mundo, llegamos a ser enemigos de Dios.
El hermano y la hermana K no han apreciado la luz sobre la
reforma pro salud. No le han visto un lugar en conexión con el
mensaje del tercer ángel. La Providencia ha estado guiando al pueblo
de Dios para que se aparte de los hábitos extravagantes del mundo,
lejos de la indulgencia del apetito y la pasión, para abrazar los
principios de la abnegación y la temperancia en todas las cosas. El
pueblo a quien Dios está dirigiendo será un pueblo peculiar. No serán
como el mundo. Pero si siguen las instrucciones de Dios cumplirán
sus propósitos, y cederán su voluntad a la voluntad divina. Cristo
morará en el corazón. El templo de Dios será santo. Su cuerpo, dice
el apóstol, es el templo del Espíritu Santo. Dios no requiere de sus
hijos que se nieguen ellos mismos hasta el punto de perjudicar el
vigor físico. Les pide que obedezcan la ley natural, para preservar la
salud física. El camino de la naturaleza es la senda que Dios marca,
y es suficientemente amplio para todo cristiano. Dios, con una mano
generosa, nos ha provisto de dádivas ricas y variadas para nuestro
sustento y nuestro gozo. Pero a fin de que disfrutemos del apetito
natural, que preservará la salud y prolongará la vida, él lo restringe.
Él dice: Cuidado; reprime, niega el apetito antinatural. Si creamos
un apetito pervertido, violamos las leyes de nuestro ser y asumimos
la responsabilidad de abusar de nuestros cuerpos y de acarrearnos
enfermedades.