Página 78 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 3 (2004)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 3
vence obstrucciones en el sistema, y actúa benéficamente sobre los
riñones y los órganos urinarios. El baño ayuda a los intestinos, el
estómago y el hígado, dando energía y nueva vida a cada uno. Tam-
bién promueve la digestión, y en vez de que el sistema se debilite, se
fortalece. En lugar de aumentar la propensión a enfriarse, un baño,
debidamente tomado, fortalece contra el frío porque la circulación
mejora; también los órganos uterinos, que están más o menos con-
gestionados, reciben alivio, porque la sangre es atraída a la superficie
y se obtiene una circulación de la sangre más fácil y regular a través
de todos los vasos sanguíneos.
Se dice que la experiencia es la madre de la ciencia. La experien-
cia genuina es ciertamente superior al conocimiento libresco. Pero
los hábitos y costumbres oprimen a los hombres y mujeres como si
fueran grilletes, y generalmente echan la culpa a las experiencias
sufridas, según lo que se suele entender como experiencia. Muchos
han abusado de la preciosa experiencia. Se han aferrado a sus hábi-
tos dañinos, los que decididamente están debilitando la salud física,
mental y moral; y cuando usted procura instruirlos, explican su con-
ducta refiriéndose a su experiencia. Pero la verdadera experiencia
está en armonía con la ley natural y la ciencia.
Aquí es donde hemos enfrentado las mayores dificultades en
asuntos religiosos. Pueden presentarse los hechos más simples y
colocarse ante la mente las verdades más claras, respaldadas por la
Palabra de Dios; pero el oído y el corazón están cerrados, y el argu-
mento supremamente convincente es: “Mi experiencia”. Algunos
dirán: “El Señor me ha bendecido al creer y hacer como lo he hecho;
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por lo tanto no puedo estar equivocado”. Se aferran a “mi experien-
cia”, y rechazan las verdades más elevadoras y santificadoras de la
Biblia a causa de lo que a ellos les agrada llamar experiencia. Se
acarician muchos de los hábitos más crasos bajo el pretexto de la
experiencia. Muchos no alcanzan ese mejoramiento físico, intelec-
tual y moral que es su privilegio y deber alcanzar, por defender la
confiabilidad y seguridad de su experiencia, aunque esa experiencia
errada se oponga a los hechos revelados más claros. Se verá que los
hombres y mujeres cuyos hábitos erróneos han destruido su cons-
titución física y su salud recomendarán su experiencia como una
guía segura para que otros la sigan, cuando es precisamente esta
experiencia lo que los ha despojado de su vitalidad y salud. Podrían