Página 80 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 3 (2004)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 3
moral. La superstición y el fanatismo controlan las mentes de los
hombres y las mujeres, y enceguecen su juicio de modo que no
disciernan su deber hacia sus semejantes ni su deber de rendir una
obediencia incuestionable a la voluntad de Dios.
Balaam le preguntó a Dios si podría maldecir a Israel, porque al
hacerlo tenía la promesa de recibir una gran recompensa. Y Dios
dijo: “No irás”; pero los mensajeros lo urgieron y le presentaron
mayores incentivos. Se le había mostrado a Balaam la voluntad de
Dios sobre este asunto, pero él estaba tan ansioso de conseguir la
recompensa que se aventuró a preguntarle a Dios por segunda vez. El
Señor le permitió a Balaam que fuera. Luego tuvo una maravillosa
experiencia, ¿pero quién querría ser guiado por una experiencia
tal? Hay quienes entenderían claramente su deber si estuviera en
armonía con sus inclinaciones naturales. Las circunstancias y la
razón pueden indicar claramente su deber; pero cuando van en
contra de su inclinación natural, estas evidencias son frecuentemente
desechadas. Luego estas personas se atreverán a acudir a Dios para
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saber cuál es su deber. Pero con Dios no se juega. Él permitirá que
esas personas sigan los deseos de su propio corazón. “Mi pueblo
no oyó mi voz... Los dejé, por tanto, a la dureza de su corazón;
caminaron en sus propios consejos”.
Salmos 81:11, 12
.
Aquellos que desean seguir un curso de conducta que complazca
sus gustos están en peligro de que se les deje seguir sus propias
inclinaciones, mientras suponen que son las impresiones del Espíritu
de Dios. Mediante las circunstancias y los hechos se les indica a
algunos en forma suficientemente clara cuál es su deber; pero debido
a las instancias de amigos, en armonía con sus propias inclinaciones,
se desvían de la senda del deber y no toman en cuenta las claras
evidencias en el caso; luego, con aparente rectitud, oran extensa y
fervientemente en busca de luz. Poseen un sentimiento ferviente
sobre el asunto e interpretan que esto es el Espíritu de Dios. Pero
están engañados. Esta conducta entristece al Espíritu de Dios. Tenían
luz, y al comienzo de todo tendrían que haber comprendido su deber;
pero unos pocos atractivos agradables encaminan sus mentes en la
dirección errónea, y ellos se los presentan al Señor e insisten en su
caso, y el Señor les permite que se salgan con la suya. Se inclinan
tan fuertemente a seguir su propio curso de acción que Dios les