Página 90 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 3 (2004)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 3
Ustedes profesan ser siervos de Cristo. ¿Le rinden entonces una
obediencia pronta y voluntaria? ¿Preguntan fervientemente cómo
agradarán mejor a aquel que los ha llamado a ser soldados de la cruz
de Cristo? ¿Exaltan ambos la cruz y se glorían en ella? Contesten
estas preguntas a Dios. Todos los actos de ustedes, por secretos que
piensen que hayan sido, están abiertos para su Padre celestial. Nada
le es oculto ni encubierto. Conoce todos sus actos y los motivos que
los impulsan. Él tiene pleno conocimiento de todas sus palabras y
pensamientos. Ustedes tienen el deber de dominar sus pensamientos.
Tendrán que guerrear contra una imaginación vana. Pueden pensar
que no es pecado permitir que los pensamientos divaguen sin res-
tricción. Pero no es así. Son responsables ante Dios por acariciar
pensamientos vanos; porque de las vanas imaginaciones nace la
comisión de pecados, la ejecución de aquellas cosas en las cuales
la mente se espació. Gobiernen sus pensamientos, y entonces les
será mucho más fácil gobernar sus acciones. Sus pensamientos ne-
cesitan ser santificados. Pablo escribe a los corintios: “Derribando
argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de
Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo”.
2 Corintios 10:5
. Cuando asuman tal actitud, ustedes comprende-
rán mejor la obra de consagración. Sus pensamientos serán puros,
castos y elevados; sus acciones puras y sin pecado. Sus cuerpos
serán conservados en santificación y honor, para que los puedan
presentar “en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro
culto racional”.
Romanos 12:1
. Se les requiere que sean abnegados
tanto en las cosas pequeñas como en las grandes. Deben entregarse
completamente a Dios; en su estado actual no son aprobados por él.
Ustedes han ejercido una influencia no santificada sobre la juven-
tud en_____. Su amor por la ostentación conduce a un desembolso
de recursos que es incorrecto. No comprenden los derechos que el
Señor tiene sobre ustedes. No se han familiarizado con los dulces
resultados de la abnegación. Los frutos de ella son sagrados. Ser-
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virse y agradarse a ustedes mismos ha sido la norma de su vida.
Gastar sus recursos para gratificar el orgullo ha sido su práctica.
¡Oh, cuánto mejor habría sido que ustedes hubieran restringido sus
deseos y hecho algún sacrificio para la verdad de Dios, y al negar
así la atracción de la concupiscencia de los ojos, la concupiscencia
de la carne y el orgullo de la vida, hubieran tenido algo para poner