Página 96 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 3 (2004)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 3
esposo cayó bajo la carga de las preocupaciones, hubo quienes
fueron implacables.
Cuando empezó a recuperarse, de modo que en su debilidad y
pobreza comenzó a trabajar algo, les pidió a los que estaban al frente
de los asuntos en la oficina, que le dieran un cuarenta por ciento de
descuento en un pedido de libros por valor de cien dólares. Estaba
dispuesto a pagar sesenta dólares por los libros que él sabía que le
costaban a la Asociación sólo cincuenta dólares. Pidió este descuen-
to especial en vista de sus labores y sacrificios pasados en favor
del departamento de publicaciones, pero se le negó este pequeño
favor. Se le dijo fríamente que sólo podían darle un descuento del
veinticinco por ciento. Mi esposo pensó que esto era muy duro, sin
embargo trató de soportarlo en forma cristiana. Dios anotó en el
cielo esta decisión injusta y desde ese momento tomó el caso en
sus propias manos, y ha devuelto las bendiciones quitadas, como
hizo con el fiel Job. Desde que se tomó esa decisión despiadada, el
Señor ha estado obrando en favor de su siervo, y lo ha levantado
por encima de su previa condición de salud del cuerpo, claridad y
fuerza mental, y libertad de espíritu. Y desde entonces mi esposo ha
tenido el placer de distribuir con sus propias manos, publicaciones
por valor de miles de dólares, sin costo alguno. Dios no olvidará
completamente ni abandonará para siempre a aquellos que han sido
fieles, aunque a veces cometan errores.
Mi esposo ha tenido celo por Dios y la verdad, y a veces este
celo lo ha llevado a trabajar en exceso a expensas de su fuerza física
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y mental. Pero el Señor no ha considerado esto como un pecado tan
grande como el descuido y la infidelidad de sus siervos en reprobar
las injusticias. Aquellos que alabaron a los infieles y adularon a los
profanos fueron partícipes de su pecado de descuido e infidelidad.
Dios ha escogido a mi esposo y le ha dado aptitudes especiales,
capacidad natural y cierta experiencia para conducir a su pueblo
en una obra de vanguardia. Pero ha habido murmuradores entre
los adventistas que guardan el sábado como los hubo en el antiguo
Israel y, mediante sus sugerencias e insinuaciones, estos individuos
celosos, suspicaces, han dado ocasión a los enemigos de nuestra fe
a desconfiar de la honestidad de mi esposo. Estas personas celosas
de la misma fe han presentado asuntos ante los incrédulos en una
luz falsa, y las impresiones hechas impiden que muchos abracen la