Página 97 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 3 (2004)

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La obra en Battle Creek
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verdad. Consideran a mi esposo como un hombre intrigante, egoísta,
avaro, y tienen temor de él y de la verdad sustentada por nosotros
como pueblo.
Cuando se restringía el apetito del antiguo Israel, o cuando se
les imponía cualquier requerimiento estricto, ellos desacreditaban a
Moisés diciendo que era arbitrario, que quería dominarlos y regirlos
por completo, cuando era solamente un instrumento en la mano
de Dios para conducir a su pueblo a una posición de sumisión y
obediencia a la voz divina.
El Israel moderno ha murmurado y sentido celos de mi esposo
porque él ha abogado en favor de la causa de Dios. Ha fomentado
la liberalidad, ha reprendido a los que amaban este mundo y ha
censurado el egoísmo. Él ha pedido donaciones para la causa de
Dios y, para estimular la liberalidad en sus hermanos, ha tomado
la iniciativa, dando él mismo donaciones generosas; pero muchas
personas murmuradoras y celosas, incluso han interpretado esto di-
ciendo que deseaba beneficiarse personalmente con los recursos de
sus hermanos y que se había enriquecido a expensas de la causa de
Dios, cuando los hechos en este caso son que Dios ha confiado me-
dios en sus manos para ponerlo por encima de privaciones, de modo
que no necesite depender de la misericordia de personas volubles,
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murmuradoras y celosas. Como no hemos buscado egoístamente
nuestro propio interés, sino que hemos cuidado de la viuda y de los
huérfanos, Dios en su providencia ha obrado en nuestro favor y nos
ha bendecido con prosperidad y en abundancia.
Moisés sacrificó un reino en perspectiva, una vida de honor y
lujo mundanales en cortes reales, escogiendo más bien ser afligido
con el pueblo de Dios que disfrutar de los placeres del pecado por
un tiempo, teniendo por mayores riquezas el vituperio de Cristo que
todos los tesoros de los egipcios. Podríamos haber hecho eso al haber
escogido una vida de comodidad, libre de trabajos y cuidados. Pero
esa no fue nuestra elección. Escogimos una labor activa en la causa
de Dios, una vida itinerante, con todas sus penurias, privaciones y
exposición a distintos peligros, antes que una vida de indolencia. No
hemos vivido para agradarnos a nosotros mismos, sino que hemos
tratado de vivir para Dios, para agradarle y glorificarle. No nos
propusimos trabajar para hacernos de propiedades, pero Dios ha
cumplido su promesa dándonos cien veces tanto en esta vida. Él