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Testimonios para la Iglesia, Tomo 4
de sí mismos. Piensan que por ser sus hijos son superiores a los
demás. Se ha sentido ansioso porque temía que las personas no
expresaran el debido respeto a su cargo de médico del Instituto de
Salud. Esto ha mostrado una vena de debilidad que ha impedido
su avance espiritual. También le ha provocado celos de los demás,
por temor de que puedan suplantarlo o no valorar correctamente su
cargo y valía. También ha ensalzado a su esposa, presentándola a
los pacientes como una criatura superior. Ha sido un poco ciego; le
ha otorgado un crédito por unas calificaciones que ella no posee.
Recuerde que su valor moral reside en sus palabras, sus actos y
sus pensamientos. Nunca se pueden esconder, sino que lo pondrán a
la altura justa ante sus pacientes. Si manifiesta interés por ellos, si
dedica toda su labor a ellos, lo sabrán y usted disfrutará de su con-
fianza y su amor. Pero si saben que no les ha dedicado una atención y
un cuidado especiales, la palabrería no hará que crean que su arduo
trabajo por ellos lo ha extenuado y ha agotado su vitalidad. Los
pacientes expresan confianza y amor por aquellos que manifiestan
un especial interés en ellos y trabajan por su recuperación. Si hace
esta obra que no puede quedar pendiente, por la que los pacientes
pagan su dinero, no necesitará buscar la estimación y el respeto con
las palabras: los tendrá en la medida en que desempeñe su labor.
No está libre de orgullo y, por lo tanto, no ha recibido la ben-
dición que Dios da a sus obreros humildes. Su interés ha estado
dividido. Ha dedicado tantos esfuerzos a cuidar de usted mismo y
los suyos que el Señor no ha tenido ninguna razón especial para
trabajar y cuidar especialmente de usted. Sus acciones al respecto lo
ha descalificado para su cargo. Hace un año vi que se sentía compe-
tente para dirigir solo el Instituto. Si fuera el propietario y el único
en sacar provecho o perjuicio de sus ganancias y pérdidas, vería que
su deber es tener especial cuidado de que no haya pérdidas y de que
los pacientes ingresados en obra de caridad no agoten los recursos
del Instituto. Abriría una investigación y no permitiría que ni uno
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de ellos estuviera ingresado una semana más de lo estrictamente ne-
cesario. Descubriría muchas maneras de reducir gastos y conservar
la propiedad del Instituto. Pero usted es un simple empleado y el
celo, el interés y la capacidad que piensa que tiene para gobernar
una institución de ese tipo brillan por su ausencia. Los pacientes