102
Testimonios para la Iglesia, Tomo 4
del Redentor en lugar de la suya propia. Cuando lo haga, entenderá
cómo puede ser una luz en las salas de los enfermos. Le falta libertad
de espíritu, poder y fe. Su fe es débil por falta de ejercicio, no es
vigorosa ni sana. Sus esfuerzos por los que están enfermos de cuerpo
y corazón no tendrán el éxito que debieran, los pacientes no ganarán
la fuerza física y espiritual que debieran, si no va acompañado de
Jesús en sus visitas. Acompáñese de sus palabras y sus obras. De
ese modo sentiría cómo aquellos a quienes sus palabras y oraciones
han bendecido lo bendecirían a usted.
No ha sentido su total dependencia de Dios en su ineficiencia y
flaqueza, no cuenta con su sabiduría y gracia especiales. Se preocupa,
teme y duda porque ha trabajado demasiado confiando en sus propias
fuerzas. En Dios puede prosperar. En la humildad y la santidad
encontrará gran paz y fuerza. Quienes se dan cuenta de su propia
debilidad y oscuridad brillan con más intensidad porque hacen de
Jesús su justicia. Su fuerza debería proceder de su unión con él. No
se canse de hacer el bien.
La Majestad del cielo invita a todos los que están cansados: “Ve-
nid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré
descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que
soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras
almas”.
Mateo 11:28
. A veces la carga parece tan pesada y el yugo
tan humillante porque se ha puesto por encima de la mansedum-
bre y la humildad que poseía nuestro divino Señor. Abandone la
gratificación y el enaltecimiento propios; antes bien permita que su
yo se esconda en Jesús y aprenda de él que le ha invitado y le ha
prometido descanso.
Vi que el Instituto de Salud nunca prosperará mientras quienes
ocupan cargos de responsabilidad relacionados con él están más
interesados en ellos mismos que en la institución. Dios quiere hom-
bres y mujeres sencillos como obreros de su causa; quienes se hagan
[104]
cargo del Instituto de Salud han de tener una visión general de todos
sus departamentos y practicar la prudencia en la economía, vigilando
los pequeños gastos y previniendo las pérdidas. En pocas palabras,
tendrían que ser tan cuidadosos y juiciosos en su cargo como si ellos
mismos fueran los verdaderos propietarios.
Se ha atormentado con el sentimiento de que esto o aquello
no eran de su incumbencia. Todo lo que está relacionado con el