Página 111 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 4 (2007)

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La influencia del entorno social
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la invita: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y
yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de
mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para
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vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga”.
Mateo
11:28-30
. Hermana, Cristo pondrá a sus pies la pesada carga que
usted soporta y someterá su obstinado cuello a su yugo ligero.
¿Qué sucedería si su tiempo de prueba se acabara ahora mismo?
¿Cómo resistiría la investigación del Maestro? ¿Cómo ha empleado
los talentos y medios de influencia que Dios le prestó para que los
usara sabiamente para honrarlo y glorificarlo? Dios le dio la vida y
sus bendiciones para que hiciera el bien a otros y no para usarlos
en beneficio propio, buscando el placer y la gratificación egoísta. El
Maestro le confió unos talentos para que los invirtiera, de modo que,
cuando le pidiera que se los devolviera, junto con el capital recibiera
los intereses. Le fueron dados influencia y medios para probarla,
para revelar lo que abriga su corazón. Debió haberlos usado para
ganar almas para Cristo y hacer que avance la causa del Redentor.
No lo hizo y cometió un terrible error. Cada día que dedica a su
propia persona y a complacer a sus amigos, cediendo a su influencia,
amando el mundo y olvidándose de su mejor Amigo, el cual murió
para darle la vida, está sufriendo una gran pérdida.
Hermana K, pensó que no era bueno ser diferente de aquellos que
la rodean. Vive en una comunidad que fue probada con la verdad y
la rechazó. Ha unido sus intereses y afectos con los de ellos hasta el
punto de haberse convertido en una más de ellos. Ama su sociedad,
pero no es feliz aun cuando se engañe diciendo que lo es. En su
corazón se ha dicho: “Servir a Dios es vano. ¿Qué provecho saco
de guardar sus ordenanzas y andar llorosa delante del Señor de los
ejércitos?”
No es asunto banal para una familia ser los representantes de
Jesús y guardar los mandamientos de Dios en una comunidad des-
creída. Se nos exige que seamos epístolas vivientes, conocidas y
leídas por todos los hombres. Esta posición conlleva temibles res-
ponsabilidades. Para vivir en la luz debe ir allí donde brilla la luz.
El hermano K ha de sentirse solemnemente obligado a asistir con su
familia, al menos, a las reuniones anuales de aquellos que aman la
verdad, aun a costa de cualquier sacrificio. Saldrían reforzados, él y
su familia, y serían aptos para resistir en las pruebas. No es nada be-