Página 113 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 4 (2007)

Basic HTML Version

La influencia del entorno social
109
tesoro precioso, pero su ira caerá sobre la desprotegida cabeza de los
pecadores. Servir a Dios no es ninguna nimiedad. Quienes dediquen
la vida a su servicio recibirán una recompensa que no tiene precio.
Estimados hermano y hermana, se han ido sumiendo gradualmente
en la oscuridad hasta que, casi imperceptiblemente, se ha convertido
en luz para ustedes. De vez en cuando un débil resplandor penetra
en las tinieblas y despierta sus mentes; pero las influencias que los
rodean apagan el diminuto rayo de luz y la oscuridad parece aún
más densa que antes.
Habría sido mejor que, para su bienestar espiritual, hubieran
cambiado de residencia hace ya algunos años. La luz de la verdad
ha probado la comunidad en la que viven. Unos pocos recibieron
el mensaje de gracia y advertencia y muchos lo rechazaron. Otros
no lo aceptaron porque había que cargar una cruz. Adoptaron una
posición neutra y pensaron que harían bien en no combatir contra la
verdad, pero la luz que no quisieron recibir se transformó en tinie-
blas. Se esforzaron por acallar sus conciencias diciendo al Espíritu
del Señor: “Ahora vete; pero cuando tenga oportunidad te llamaré”.
Hechos 24:25
. Esa oportunidad nunca llegó. Desaprovecharon una
oportunidad de oro que nunca volvió a cruzarse en sus vidas, porque
el mundo ha apagado la luz que rechazaron. Sus mentes y sus cora-
zones están absortos en los intereses de esta vida y los encantos de
los placeres excitantes, mientras que rechazan y olvidan a su mejor
Amigo, el bendito Salvador.
Aunque posee excelentes cualidades naturales, sus amigos y
familiares descreídos apartan de Dios a la hermana K. No aman la
verdad y no sienten interés alguno por sacrificarse y negarse a sí
mismos en beneficio de la verdad. La hermana K no se ha percatado
de la importancia que tiene separarse del mundo, tal como ordenan
los mandamientos de Dios. Su corazón se ha pervertido por lo que
ven sus ojos y oyen sus oídos.
Juan el Bautista estuvo lleno del Espíritu Santo desde su mismo
nacimiento; si hubo alguien que pudiera permanecer libre de las
influencias corruptoras del tiempo en que vivió, ese era él. Aun
así, no se aventuró a confiar en sus propias fuerzas; se separó de
sus amigos y parientes para que sus afectos naturales no fuesen
un escollo. No quiso exponerse innecesariamente a las tentaciones
[111]
ni al lujo o las comodidades de la vida para que no lo indujeran a