Página 126 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 4 (2007)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 4
la humanidad y su posición de alto mando por los horrores del Get-
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semaní y la humillación de la agonía del Calvario. Se hizo varón de
dolores y experimentado en quebrantos para, mediante el bautismo
de sufrimiento y muerte, purificar y redimir un mundo culpable. “He
aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad” (
Hebreos 10:7
) fue
la gozosa exclamación.
La becerra del sacrificio fue conducida fuera del campamento y
degollada de modo impresionante. Del mismo modo, Cristo sufrió
fuera de las puertas de Jerusalén, porque el Calvario estaba fuera
de los muros de la ciudad. Esto mostraba que Jesús no murió úni-
camente por los judíos, sino por toda la humanidad. Proclama al
mundo caído que vino para ser su Redentor y lo exhorta a aceptar la
salvación que ofrece. Con la becerra solemnemente sacrificada, el
sacerdote, cubierto con vestiduras bancas y puras, tomó la sangre
en sus manos tal como salió del cuerpo de la víctima y la aspergió
siete veces en dirección al templo. “Teniendo un gran sacerdote
sobre la casa de Dios, acerquémonos con corazón sincero, en plena
certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia, y
lavados los cuerpos con agua pura”
Hebreos 10:21, 22
.
Quemaron el cuerpo de la becerra alazana hasta convertirlo en
cenizas, signo de un sacrificio completo. Luego, un hombre no
contaminado por el contacto con los muertos reunió las cenizas y las
depositó en una vasija con agua procedente de un río. Después, el
sacerdote tomó una vara de cedro con hisopo y grana y aspergió el
contenido de la vasija sobre el tabernáculo y el pueblo congregado.
Esta ceremonia se repitió varias veces con el fin de ser escrupulosos
en la purificación del pecado.
Así, Cristo, en su justicia sin mácula, después de esparcir su
preciosa sangre, entra en el lugar santo para purificar el santuario.
Allí la grana es llevada al servicio de reconciliación de Dios con
el hombre. A algunos, la ceremonia del sacrificio de la becerra les
parecerá sin sentido, pero se hizo por orden de Dios y tiene un
profundo significado que no ha perdido aplicación en el tiempo
presente.
El sacerdote usó cedro e hisopo, los sumergió en el agua purifi-
cadora y aspergió a los que eran impuros. Simbolizaba la sangre de
Cristo, derramada para purificarnos de las impurezas morales. Las
aspersiones repetidas ilustran la meticulosidad con que el pecador
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