Página 127 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 4 (2007)

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Conflicto de intereses
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arrepentido debe llevar a cabo la obra. Tiene que consagrar todas sus
posesiones. No sólo debe limpiar y purificar su alma, sino que debe
esforzarse por consagrar a Dios su familia, su casa, sus propiedades
y todas sus posesiones.
Después de que se purificara el tabernáculo con el hisopo, sobre
la puerta de los que fueron purificados se escribió: “No soy mío,
Señor, soy tuyo”. Así debería ser con aquellos que profesan estar
limpios por la sangre de Cristo. Dios no exige menos ahora que
en los tiempos antiguos. En su oración, el salmista se refiere a
esta ceremonia simbólica diciendo: “Purifícame con hisopo, y seré
limpio, lávame, y seré más blanco que la nieve”. “Crea en mí, oh
Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí”.
“Vuélveme el gozo de tu salvación, y espíritu noble me sustente”.
Salmos 51:7, 10, 12
.
La sangre de Cristo es eficaz, pero debe ser aplicada constante-
mente. Dios no sólo quiere que sus siervos usen los medios que ha
dispuesto para ellos para glorificarlo, sino que desea que se consa-
gren ellos mismos a su causa. Si ustedes, hermanos, se han vuelto
egoístas y se están apartando del Señor, a quien deberían entregarse
alegremente en servicio, necesitan que se les aplique con urgencia
la sangre del sacrificio y consagrarse ustedes y todas sus posesiones
a Dios.
Muy respetados hermanos, no tienen la sincera y generosa dedi-
cación a la obra de Dios que él les pide. Han dedicado su atención a
los asuntos terrenales. Han ocupado la mente en negocios destinados
a beneficiarlos a ustedes mismos. Pero Dios los llama a una unión
más estrecha con él, para que así se amolden y se ocupen en su obra.
En el antiguo Israel se declaró solemnemente que aquel hombre que
rechazase la purificación y permaneciese impuro, fuera apartado de
la congregación. Para nosotros tiene un significado especial. Si en
la antigüedad los que eran impuros debían purificarse con la sangre
aspergida, tanto más necesitan los que viven en los peligros de los
últimos días y están expuestos a las tentaciones de Satanás que la
sangre de Cristo se aplique a sus corazones. “Porque si la sangre de
los toros y los machos cabríos, y las cenizas de la becerra rociados a
los inmundos, santifican para la purificación de la carne, ¿cuánto más
la sangre de Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a
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