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Testimonios para la Iglesia, Tomo 4
cargarla con sus sugerencias y reflexiones sobre su manera de dirigir
la casa.
Su carácter está adornado con bellos y generosos rasgos. Por
lo general, es cortés y afable con todos aquellos que están fuera de
su familia. Quizá sea atribuible, en cierta medida, al hecho de que
no se atreve a mostrar a nadie su disposición, excepto a aquellos
a quienes considera como claramente inferiores. Y puesto que la
sociedad no reconoce suficientemente su superioridad, la muestra en
casa, porque piensa que allí nadie pretenderá discutir sus exigencias.
Sea diligente y opere un cambio en sí mismo. Si está dispuesto a
sacrificar su soberbia, su actitud exigente, sus ideas y conceptos, su
hogar será tan apacible y feliz que los ángeles encontrarán deleite
en contemplarlo. ¿Qué es mejor, que se haga su voluntad o ver que
en su casa reina la libertad de acción y de espíritu? Su hogar no
siempre es como debería ser, pero usted es la principal causa de esa
discordia. Si es un representante de Cristo en la tierra, le insto a
representar correctamente al bendito Redentor, quien fue manso y
dócil, sintió compasión y perdonó.
Considere muy seriamente el hecho de que a las personas de
mente sana e ideas propias les resulta difícil seguir con precisión
el camino que otros han trazado por ellos. Por lo tanto, no tienen
ningún derecho moral de molestar a su esposa y su familia con sus
antojos y petulancia respecto de su empleo. Le será difícil cambiar
repentinamente su modo de actuar, pero hágase el firme propósito
de no entrar en la cocina a menos que sea para elogiar los esfuerzos
y la labor de aquellos que trabajan en ella. Que las felicitaciones
tomen el lugar de la censura.
Cultive los rasgos contrarios a aquellos que aquí le repruebo.
Desarrolle la bondad, la paciencia, el amor y todas las gracias tendrán
una influencia transformadora sobre su hogar y las vidas de sus
familiares y sus amigos brillarán. Confiese que se ha equivocado y
luego, abandonando ese camino, esfuércese por ser justo y hacer lo
correcto. No permita que su esposa sea una esclava de su voluntad,
sino atráigala con amabilidad y deseo desinteresado por aumentar
su comodidad y su felicidad. Dele una oportunidad de ejercitar sus
facultades y no intente confundirla y amoldar sus juicios hasta que
pierda su identidad mental.
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