Página 135 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 4 (2007)

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Autoalabanzas
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Es una hija de Dios y una mujer de capacidades refinadas y buen
gusto, cuya opinión sobre sí misma, en el mejor de los casos, es
humilde. Usted la ha dominado y ha obstaculizado su independencia
de pensamiento durante tanto tiempo que, por su influencia, se ha
encerrado en sí misma y no ha conseguido desarrollar la noble
feminidad que le pertenece por derecho. Cuando dialoga con su
esposa sobre materias que afectan por igual sus respectivos intereses,
sabe bien que si ella expresa una opinión contraria a la suya, su
corazón es presa del resentimiento y el yo se apodera de usted y
excluye el sentimiento de natural deferencia que debe abrigar hacia
la compañera de su vida.
Ese mismo carácter que muestra en casa se manifiesta, más o
menos, en sus relaciones con otros miembros de iglesia. Su voluntad
obstinada, sus rígidas opiniones, salen a la luz y, siempre que es
posible, se convierten en una fuerza de mando. Eso no está bien;
ocasionalmente, rinda sus juicios a los de los demás, no persista en
querer hacer las cosas a su manera hasta un grado que, a menudo,
está rayando con la terquedad. Si desea la bendición diaria de Dios,
moldeé su carácter imperativo haciendo que corresponda con el
Modelo divino.
A menudo atormenta a su esposa, inconscientemente, porque sus
palabras y sus actos no presentan la ternura debida. De ese modo
menoscaba su amor por usted y alimenta una frialdad que se va
apoderando lenta e inadvertidamente de su casa.
Si pensara menos en sí mismo y más en los tesoros que guarda en
su hogar, prestando la debida atención a los miembros de su familia
y permitiéndoles el ejercicio adecuado de su propio juicio, atraerá
la bendición sobre todos ustedes, y el respeto que ellos sienten por
usted se aumentará.
Ha tendido a mirar con cierto menosprecio a aquellos hermanos
que habían cometido una falta y quienes, a causa de la naturaleza de
su carácter, no pudieron vencer el mal que los asediaba. Pero Jesús
se apiada de ellos; los ama y carga con sus debilidades como carga
con las suyas. Hace mal cuando se enaltece, considerándose superior
a aquellos que no son tan fuertes como usted. Hace mal cuando se
envuelve de una aureola de auto justicia, dando gracias a Dios por
no ser como los demás hombres, porque su fe y su celo son mayores
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