Autoalabanzas
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Cristo hubiese tratado de ese modo a los pobres rechazados? Murió
para salvar a los miserables pecadores. Si trabaja con el mismo
espíritu y de la misma manera que indicó el ejemplo de Aquel a
quien sigue, y deja la cosecha de los resultados para Dios, nunca en
la vida alcanzará a medir el bien que habrá hecho.
Está inclinado a querer ocuparse de tareas más altas de las que
naturalmente se le presentan. Se esfuerza por alcanzar únicamente a
los hombres intelectuales y honorables. Pero, con toda seguridad,
sus expectativas serán defraudadas. Si persisten mucho tiempo en su
transgresión, raro será que lleguen a sentir la pérdida y su posición
desesperada. Trabaje como trabajó Cristo, con humildad, y ganará
recompensa. Es tan honroso trabajar entre los humildes y pobres,
llevándolos al Salvador, como los ricos y soberbios. Sobre todo, no
acepte responsabilidades que no esté capacitado para asumir.
Deberíamos hacer todo lo posible para que las reuniones de
nuestro pueblo sean interesantes. Puede ser de gran ayuda en este
aspecto si ocupa el lugar adecuado. En particular, las reuniones
sociales deben ser conducidas adecuadamente. Unas pocas palabras
relacionadas con sus progresos en la vida cristiana, dichas con voz
clara y audible, de manera honesta, sin esforzarse por hacer un
discurso, serían edificantes para otros y una bendición para su propia
alma.
Necesita que la influencia del Espíritu de Dios suavice y domine
su corazón. Nadie debe entender que el correcto conocimiento de la
verdad basta para cubrir las exigencias de Dios. El amor y la buena
voluntad que sólo surgen cuando nuestros actos son del agrado de
nuestros amigos carecen de valor real, porque son naturales en los
corazones que no se han regenerado. Quienes profesan ser hijos
de Dios que andan en la luz no se sienten molestos o disgustados
cuando la vida se les tuerce.
Ama la verdad y ansía su avance. Se le pondrá en distintas
circunstancias para probarlo. Podrá desarrollar un verdadero carácter
cristiano si se somete a la disciplina. Están en juego sus intereses
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vitales. Necesita con urgencia la verdadera santidad y un espíritu de
autosacrificio. Aunque conozcamos la verdad y seamos capaces de
leer sus más recónditos misterios, aunque lleguemos a dar el cuerpo
para ser quemado por su causa, si no tenemos amor y caridad, somos
como metal que suena y ruido de platillos.