Misioneros en el hogar
Apreciada hermana: Se me ha mostrado que comete algunas
faltas cuya corrección es importante para que pueda disfrutar de
las bendiciones de Dios. Muchas de las dificultades que soporta se
deben a la ligereza con que habla. Cree que hablar sin rodeos, y
decir a las personas lo que piensa de ellas y de sus actos, es una
virtud. Usted lo llama franqueza; pero es clara descortesía y atiza la
combatividad de aquellos que la rodean. Si los demás se comportaran
con usted como usted se comporta con ellos, sería superior a sus
fuerzas. Quienes suelen hablar sin reservas y con severidad a los
demás no están dispuestos a recibir el mismo trato.
Ha atraído sobre sí muchos sinsabores que habría podido evitar
de haber tenido un espíritu manso y tranquilo. Provoca la contienda;
porque cuando alguien contraría su voluntad su espíritu busca el
conflicto. Su disposición dominadora es fuente de muchos de sus
problemas. Sobrecarga a los demás e incita a la pelea con sus recri-
minaciones y condenas. Hace tanto tiempo que cultiva un espíritu
vengativo que, continuamente, necesita que la gracia de Dios suavice
y domine su naturaleza. El amado Salvador dijo: “Bendecid a los
que os maldicen [...] y orad por los que os ultrajan y os persiguen”.
Mateo 5:44
.
Apreciada hermana, se me mostró que usted trae la oscuridad a
su alma porque sólo presta atención a los errores e imperfecciones
de los demás. No se ocupe de los pecados de los demás, tiene trabajo
que hacer por su alma y su familia que nadie más puede hacer.
Crucifique su egoísmo y domine su disposición a magnificar las
faltas de sus vecinos y a hablar irreflexivamente. Hay temas de los
que puede hablar con mejores resultados. Siempre es seguro hablar
de Jesús, de la esperanza cristiana y de las bellezas de nuestra fe.
Santifique su lengua para Dios, así sus palabras estarán sazonadas
con gracia. “Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo
lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que
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