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Testimonios para la Iglesia, Tomo 4
es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza,
eso pensad”.
Filipenses 4:8
.
La exhortación del apóstol debe ser seguida explícitamente. A
menudo sentimos una gran tentación de hablar de cosas que no son
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de provecho para quien habla o quien escucha, sino que traen mal y
esterilidad para ambos. El tiempo de prueba es demasiado breve para
malgastarlo en habladurías sobre las imperfecciones ajenas. Ante
nosotros tenemos una obra que requiere la mayor diligencia y la
vigilancia más estricta, junto con la oración incesante. De otro modo
seremos incapaces de vencer los defectos de nuestro carácter y copiar
el Modelo divino. Estudiemos para imitar la vida de Cristo. Así
tendremos una influencia santificadora sobre aquellos con los que
nos relacionemos. Es maravilloso ser cristiano, semejante a Cristo,
pacífico, puro y sin degeneración. Apreciada hermana, necesitamos
a Dios en todos nuestros esfuerzos o serán vanos. Nuestras buenas
obras se convertirán en autojusticia.
Hay muchas cosas por corregir en su familia. No ha conseguido
que sus hijos reciban la atención y el aliento que necesitaban. No los
ha unido a su corazón con los tiernos lazos del amor. Su negocio gra-
va sobremanera su tiempo y sus energías y es causa de su descuido
de los deberes domésticos. Es más, se ha acostumbrado a esa carga
y le parecería un gran sacrificio abandonarla; aun así, si pudiera,
sería un beneficio para sus intereses espirituales y la felicidad y la
moral de sus hijos. Sería bueno que abandonara esas actividades
tan complicadas y se retirara a un lugar en el campo, donde no hay
influencias tan fuertes que corrompan la moral de los jóvenes.
Es cierto que en el campo no se librará completamente de las
preocupaciones y los asuntos difíciles; pero evitará muchos males y
cerrará la puerta a una avalancha de tentaciones que amenazan con
sobrecargar la mente de sus hijos. Necesitan estar ocupados y salir
de la rutina. La ausencia de cambios en el hogar los vuelve inquietos
y de trato difícil, han caído en el hábito de mezclarse con chicos
viciosos de la ciudad y se han formado en la calle.
Ha dedicado tanto tiempo a la obra misionera que no tiene nada
que ver con su fe y ha soportado tantas cargas y responsabilidades
que se ha quedado rezagada en la obra de Dios para nuestro tiempo
y ha dispuesto de poco tiempo para conseguir que las estrecheces del
hogar fueran atractivas para sus hijos. No ha estudiado sus necesida-