138
Testimonios para la Iglesia, Tomo 4
fueron debidos a la exageración y a las habladurías con otros.
Si desviara su atención de las preocupaciones exteriores y se
centrara en la familia, sería más feliz y conseguiría los medios
necesarios para hacer el bien. El hecho de que sus hijos hayan
perdido el sano consejo y el ejemplo de un padre hace aún más
forzoso que sea una madre tierna y abnegada. Se debe a su hogar y a
su familia. Ésta es la verdadera tarea misionera que debe desempeñar.
Esta responsabilidad no puede ser sustituida con ninguna otra; es la
obra vital que Dios le ha asignado.
Al dedicarse por completo a los detalles de los negocios, usted
roba tiempo a la meditación y la oración y a sus hijos los priva del
cuidado y la atención pacientes que tienen derecho a reclamar de
una madre. Cree que es más sencillo y rápido andar ocupada con
innumerables tareas que, con paciencia, enseñar a sus hijos que las
hagan por usted. Sería mucho mejor que depositara en ellos algunas
responsabilidades y los instruyera para que sean personas útiles.
De este modo los alentaría y los tendría ocupados, a la vez que se
liberaría de una parte de sus cargas.
Dedica un tiempo considerable a aquellos que no le piden nada
en particular y al hacerlo descuida el sagrado deber de una madre.
Dios no puso sobre usted muchas de las obligaciones que ha asu-
mido. Ha visitado y ayudado a quienes no necesitan ni la mitad del
tiempo y los cuidados que debería otorgar a sus hijos, los cuales se
encuentran en una edad en la que forman su carácter, para el cielo o
para perdición. Dios no apoyará su ministerio en favor de los que
sufren las maldiciones divinas por causa de sus vidas disolutas y
malvadas.
El primer gran negocio de su vida es ser misionera en casa.
Revístase con humildad y paciencia, tolerancia y amor, y aborde la
tarea que Dios le ha ordenado y que nadie más podrá hacer. En el día
de la retribución, será responsable de ella. Las bendiciones de Dios
no pueden alcanzar las casas sin disciplina. El amor y la paciencia
dominarán en un hogar feliz.
Desde el punto de vista mundano, el poder está en el dinero;
pero desde la perspectiva cristiana, el poder procede del amor. En
este principio está involucrada la fortaleza intelectual y espiritual. El
[140]
amor puro es muy eficaz para hacer el bien; tanto, que es incapaz de
hacer otra cosa. Impide la disensión y la desdicha y trae la verdadera