140
Testimonios para la Iglesia, Tomo 4
lecerán con poder celestial. Su influencia sobre sus hijos y su actitud
hacia ellos debería atraer a los santos visitantes a su morada para que
la ayuden en sus esfuerzos por hacer que su familia y su hogar sean
como Dios los habría hecho. Cuando se muestra independiente e
intenta vencer sola las dificultades de la vida, los ángeles celestiales
retroceden y se retiran de su presencia con pesar, dejándola sola en
la lucha.
Los padres estampan en el carácter de sus hijos su sello personal.
¡Cuán cuidadosos deberíamos ser en nuestro trato con ellos! ¡Cuán
tiernos deberíamos reprimirlos y corregir sus faltas! Es demasiado
inflexible y exigente y a menudo les ha reprendido cuando estaba
excitada y airada. Con esto casi ha destruido el dorado cordón
de amor que une sus corazones al suyo. Esfuércese siempre por
mostrarles que los ama, que trabaja por su interés, que su felicidad
le es cara y que desea hacer sólo lo que es bueno para ellos.
Complazca sus deseos en la medida de lo que sea razonablemente
posible. Su lugar de residencia actual permite muy poca diversidad
y escaso entretenimiento para sus mentes inquietas y la dificultad
se acrecienta año tras año. Si teme a Dios, su primera preocupación
deberían ser sus hijos. Como madre cristiana, sus obligaciones con
ellos no son pequeñas o livianas. Para cumplirlas adecuadamente
abandone algunas de las cargas que soporta y dedique su tiempo y
energías a esta tarea. El hogar de sus hijos tiene que ser para ellos el
lugar más deseable y feliz del mundo, y la presencia de la madre la
mayor atracción.
El poder de Satanás sobre los jóvenes de nuestro tiempo es
temible. A menos que sus mentes estén firmemente equilibradas
con los principios religiosos, su moral se corromperá a causa de
los viciosos niños con que se relacionan. Cree que entiende de
estas cosas, pero no alcanza a comprender el seductor poder del
mal sobre las mentes jóvenes. El mayor peligro que corren es la
falta de disciplina y la ausencia de una formación adecuada. Los
padres indulgentes no enseñan a sus hijos a negarse a sí mismos.
Los alimentos que ponen ante sus hijos llegan a irritar las tiernas
capas de sus estómagos. Esta excitación se comunica al cerebro a
[142]
través de los nervios y el resultado es que las pasiones animales
se avivan y toman el control de la fuerza moral. Así, la razón se
convierte en sierva de las más bajas pasiones de la mente. Todo