Página 145 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 4 (2007)

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Misioneros en el hogar
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lo que entra en el estómago y se convierte en sangre se vuelve
en parte del ser. Los niños no deben comer grandes cantidades de
alimentos como cerdo, embutidos, especias, pasteles muy cargados
y bollos. Al hacer esto, su sangre se enciende, el sistema nervioso se
excita indebidamente y la moral corre el riesgo de verse afectada.
Es imposible ser intemperante en la dieta y conservar un carácter
paciente. El Padre celestial envió la luz de la reforma pro salud para
salvaguardarnos de los males que resultan de un apetito desbocado,
para que aquellos que aman la pureza y la santidad puedan usar con
discreción las cosas buenas que Dios proveyó para ellos y, con el
ejercicio diario de la templanza, recibir la santificación por medio
de la verdad.
El trato que dispensa a sus hijos no es uniforme. Algunas veces se
muestra indulgente ante sus yerros y otras los priva de algún pequeño
placer que los haría muy felices. Hermana, usted se muestra impa-
ciente delante de sus hijos burlándose de sus sencillas demandas, y
olvida que pueden disfrutar de placeres que le parecen infantiles e
insustanciales. No abandona la dignidad que le dan la edad y la posi-
ción para entender y ministrar los deseos de sus hijos. En este punto
no imita a Cristo, el cual se identificó con los desvalidos, los pobres,
los necesitados y los afligidos. El Maestro tomó a los niños en sus
brazos y descendió al nivel de los más jóvenes. Su gran corazón de
amor pudo comprender sus pruebas y necesidades y disfrutó con su
felicidad. El ánimo del Señor, fatigado por el ajetreo y la confusión
de la ciudad, cansado de tratar con hombres mezquinos e hipócritas,
encontró el reposo y la paz en compañía de los niños inocentes. Su
presencia nunca los hizo retroceder. La Majestad del cielo consintió
en responder a sus preguntas y simplificó las importantes lecciones
para que las mentes infantiles pudieran entenderlas. En sus mentes
jóvenes y en expansión plantó la semilla de la verdad que germinaría
y daría una cosecha generosa en el tiempo de la siega.
En aquellos niños que acudieron a su encuentro para que los ben-
dijera vio los hombres y mujeres que serían herederos de su gracia
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y súbditos de su reino. Algunos llegarían a ser mártires por causa
de su nombre. Algunos discípulos que no abrigaban ningún tipo de
compasión ordenaron que los niños fueran apartados para que no
pudieran molestar al Maestro. Pero cuando se alejaron entristecidos,