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Testimonios para la Iglesia, Tomo 4
hablarán, diciendo: ‘Por cuanto no pudo Jehová meter este pueblo
en la tierra de la cual les había jurado, los mató en el desierto’”.
Números 14:13-16
.
Una vez más Moisés rechazó que Israel fuera destruido y que de
él mismo surgiera una nación aún más poderosa que ellos. El siervo
preferido de Dios manifestaba su amor por Israel y mostraba su celo
por la gloria de su Maestro y el honor de su pueblo. Dijo: “Señor, has
perdonado a tu pueblo desde Egipto hasta ahora; has sido paciente y
lento para la ira con esta nación ingrata; por más indignos que sean,
tu misericordia es la misma. Por tanto, ¿no retraerás tu ira de ellos
una vez más y añadirás una muestra más de tu divina paciencia a las
muchas que ya has dado?”
Moisés convenció a Dios para que no castigara al pueblo, pero a
causa de su arrogancia e infidelidad el Señor no pudo seguir actuando
en su favor de manera milagrosa. Por eso, en su divina misericordia,
les mandó que tomaran el camino de regreso al desierto, en dirección
al mar Rojo. También decretó que, como castigo por su rebelión,
todos los adultos que habían salido de Egipto, excepto Caleb y Josué,
jamás entrarían en Canaán. No habían sido capaces de mantener su
promesa de fidelidad a Dios y, por lo tanto, el pacto se consideraba
roto por sus repetidas violaciones. Prometió que sus hijos poseerían
la tierra de promisión pero declaró que sus propios cuerpos serían
enterrados en el desierto. Finalmente, los diez espías que habían
traído el informe desfavorable y habían causado toda la murmuración
fueron destruidos por el poder de Dios ante los ojos del pueblo.
Cuando Moisés comunicó la voluntad de Dios a Israel, aparente-
mente, se arrepintieron sinceramente de su conducta. Pero el Señor
sabía que se habían entristecido porque sus malas acciones habían
tenido un resultado desastroso; no tenían un profundo sentimiento
de ingratitud y desobediencia. Su arrepentimiento llegó demasiado
tarde; la justa ira de Dios se había desatado y la sentencia ya había
sido dictada; por lo que ya no cabía el indulto. Cuando se dieron
cuenta de que el Señor no dejaría de cumplir su decreto, su autosufi-
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ciencia se alzó de nuevo y declararon que no estaban dispuestos a
volver al desierto.
Al ordenarles que se alejaran de la tierra de sus enemigos Dios
puso a prueba su aparente sumisión y descubrió que no era real.
Sabían que al permitir que sus sentimientos los controlaran y buscar