Página 168 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 4 (2007)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 4
la hueste de ángeles, comandada por el Hijo de Dios, que dirigía su
vanguardia. Podían haber razonado: “Estos movimientos carecen de
todo sentido y esta farsa es ridícula: dar una vuelta cada día alrededor
de los muros de la ciudad y hacer sonar las trompetas... Esto no
tendrá ningún efecto sobre las fuertes torres y fortificaciones”.
Sin embargo, continuar con la ceremonia durante tanto tiempo
antes de la caída final de las murallas permitió que la fe de los Israe-
litas se acrecentara. Tenían que quedar fuertemente impresionados
con la idea de que su fuerza no se basaba en la sabiduría humana,
ni tampoco en su poder, sino que sólo Dios era su salvación. De
ese modo se habituarían a mantenerse a un lado y a poner toda su
confianza en su divino Director.
Quienes hoy profesan ser el pueblo de Dios, ¿se conducirían del
mismo modo en circunstancias similares? Sin duda alguna, muchos
desearían seguir sus propios planes y sugerirían otros modos de
cumplir el fin deseado. Se mostrarían reticentes a someterse a una
disposición tan sencilla y a alguien que no reflejara otra gloria que
el mérito de la obediencia. También pondrían en duda la posibilidad
de que una poderosa ciudad sea conquistada de ese modo. Pero la
ley del deber es suprema. Debería gobernar la razón humana. La fe
es la fuerza viva que es capaz de cruzar cualquier barrera, eliminar
todos los obstáculos y plantar su bandera en el centro mismo del
campo enemigo.
Dios obrará maravillas por aquellos que confíen en él. Si los
que profesan ser su pueblo no tienen más fuerza es porque confían
demasiado en su propia sabiduría y no permiten que el Señor revele
su poder en su beneficio. Él ayudará a sus fieles hijos en todas las
ocasiones si depositan toda su confianza en él y lo obedecen sin
cuestionarlo.
La palabra de Dios esconde profundos misterios, sus providen-
cias ocultan enigmas inexplicables, en el plan de salvación hay
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secretos que el hombre no puede alcanzar. Sin embargo, la mente
finita, ansiosa por satisfacer su curiosidad y resolver los problemas
de la infinitud, se olvida de seguir el sencillo camino indicado por la
voluntad revelada por Dios y se entromete en los secretos ocultos
desde la fundación del mundo. Los hombres construyen sus teorías,
pierden la sencillez de la verdadera fe y se vuelven tan importantes