Jeremías reprende a Israel
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El Señor ordenó a Jeremías que se pusiese de pie en el atrio
del templo, y allí hablase a todo el pueblo de Judá que acudiera
para adorar. No debía quitar una sola palabra de los mensajes que
se le daban, a fin de que los pecadores de Sión tuviesen las más
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amplias oportunidades de escuchar y apartarse de sus malos caminos.
Entonces Dios se arrepentiría del castigo que estaba dispuesto a
infligirles a causa de su maldad.
Aquí se demuestra vívidamente la poca voluntad que el Señor
tiene para castigar a su pueblo. Retuvo sus juicios y le rogó que
regresara a la alianza con él. Israel había sido liberado de la escla-
vitud para que pudiera servir al Dios único y vivo. Sin embargo,
los israelitas se desviaron y cayeron en la idolatría, tomando a la
ligera las advertencias que les daban los profetas. Aun así, postergó
el castigo para darles una nueva oportunidad de arrepentirse y evitar
la paga de su pecado. Por medio de su profeta envió una clara y
firme advertencia y puso delante de ellos la única vía para escapar
del castigo que merecían: el arrepentimiento completo de su pecado
y el abandono de los caminos del mal.
El Señor ordenó a Jeremías que dijera al pueblo: “Así ha dicho
Jehová: ‘Si no me oyereis para andar en mi ley, la cual puse ante
vosotros, para atender a las palabras de mis siervos los profetas,
que yo os envío desde temprano y sin cesar, a los cuales no habéis
oído, yo pondré esta casa como Silo, y esta ciudad la pondré por
maldición a todas las naciones de la tierra”.
Jeremías 26:4-6
. Los
israelitas entendieron la referencia a Silo y el tiempo en que los
filisteos vencieron a Israel y tomaron el arca de Dios.
Elí pecó porque consideró en poco la iniquidad de sus hijos, los
cuales desempeñaban funciones sagradas. Al descuidar la reprensión
y la corrección de sus hijos trajo una temible calamidad a Israel. Los
hijos de Elí fueron muertos, el mismo Elí perdió la vida, el arca de
Dios fue robada y treinta mil cayeron muertos. Todo ello porque
un pecado fue tomado a la ligera y se permitió que se perpetuara
entre ellos. ¡Qué lección para los hombres que ocupan puestos de
responsabilidad en la iglesia de Dios! Solemnemente, les exige que
abandonen los errores que deshonran la causa de la verdad.
En los días de Samuel, Israel pensó que, aunque no se arre-
pintieran de sus pecados, la presencia del arca que contenía los
mandamientos de Dios les garantizaría la victoria sobre los filisteos.