Página 173 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 4 (2007)

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Jeremías reprende a Israel
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“Entonces hablaron los sacerdotes y los profetas a los príncipes y
a todo el pueblo, diciendo: ‘En pena de muerte ha incurrido este
hombre; porque profetizó contra esta ciudad, como vosotros habéis
oído con vuestros oídos’”.
Jeremías 26:11
. Jeremías se levantó,
valiente, ante los príncipes y el pueblo, declarando: “Jehová me
envió a profetizar contra esta casa y contra esta ciudad, todas las
palabras que habéis oído. Mejorad ahora vuestros caminos y vuestras
obras, y oíd la voz de Jehová vuestro Dios, y se arrepentirá Jehová
del mal que ha hablado contra vosotros. En lo que a mí toca, he
aquí estoy en vuestras manos; haced de mí como mejor y más recto
os parezca. Mas sabed de cierto que si me matáis, sangre inocente
echaréis sobre vosotros, y sobre esta ciudad y sobre sus moradores;
porque en verdad Jehová me envió a vosotros para que dijese todas
estas palabras en vuestros oídos”.
Jeremías 26:12-15
.
Si las amenazas de las autoridades y el griterío de la turba hu-
biesen atemorizado al profeta, su mensaje no habría tenido efecto y
habría perdido su vida. Pero el coraje con que cumplió su doloroso
deber despertó el respeto del pueblo y volvió a los príncipes de
Israel a su favor. Por eso Dios hizo que se levantaran defensores de
su siervo para que razonaran con los sacerdotes y los falsos profe-
tas, mostrándoles cuán poco sabios serían si tomaban las extremas
medidas que habían defendido hasta entonces.
La influencia de esas poderosas personas produjo una reacción
en las mentes del pueblo. Entonces, los ancianos unidos en protesta
contra la decisión que habían tomado los sacerdotes al respecto del
destino de Jeremías, citaron el caso de Miqueas, que había profetiza-
do juicios sobre Jerusalén, diciendo: “Sión será arada como campo,
y Jerusalén vendrá a ser montones de ruinas, y el monte de la casa
como cumbres de bosque”.
Jeremías 26:18
. Entonces plantearon
la pregunta: “¿Acaso lo mataron Ezequías rey de Judá y todo Ju-
dá? ¿No temió a Jehová, y oró en presencia de Jehová, y Jehová se
arrepintió del mal que había hablado contra ellos? ¿Haremos, pues,
nosotros tan gran mal contra nuestras almas?”
Jeremías 26:19
.
De este modo, la súplica de Ahicam y otros salvó la vida del
profeta; aunque a muchos de los sacerdotes y los falsos profetas
les hubiera complacido que fuera condenado a muerte bajo acusa-
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ción de sedición, porque no podían soportar las verdades que había
pronunciado y que exponían su maldad.