Jeremías reprende a Israel
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por medio de Jeremías, levantó la voz y se opuso a la profecía decla-
rada. Con el deseo de ganarse el favor del rey y de su corte, afirmó
que Dios le había dado palabras de aliento para los judíos. Dijo:
“‘Dentro de dos años haré volver a este lugar todos los utensilios
de la casa de Jehová, que Nabucodonosor tomó de este lugar para
llevarlos a Babilonia, y yo haré volver a este lugar a Jeconías hijo de
Joacim, rey de Judá, y a todos los transportados de Judá que entraron
en Babilonia’, dice Jehová; ‘porque yo quebrantaré el yugo del rey
de Babilonia’”.
Jeremías 28:3-4
.
Jeremías, en presencia de todos los sacerdotes y del pueblo, dijo
que el deseo más sincero de su corazón era que Dios trajera los
utensilios del templo y a los cautivos de regreso de Babilonia; pero
eso sólo sucedería con la condición de que el pueblo se arrepintiera y,
abandonando el camino del mal, regresara a la senda de obediencia a
la ley de Dios. Jeremías amaba a su pueblo y deseaba ardientemente
que la humillación del pueblo evitara la desolación predicha. Sin
embargo, sabía que el deseo era vano. Tenía la esperanza de que el
castigo de Israel sería tan suave como fuera posible y por eso urgía
honestamente a sus conciudadanos a someterse al rey de Babilonia
durante el tiempo que el Señor había especificado.
Les urgió a escuchar sus palabras. Les citó las profecías de Oseas,
Habacuc, Sofonías y otros cuyos mensajes de reprobación y adver-
tencia eran similares al suyo. Les recordó acontecimientos de su
historia que habían sido el cumplimiento de profecías de retribución
por pecados de los que no se habían arrepentido. En algunas oca-
siones, como sucedió en este caso, los hombres se habían levantado
contra el mensaje de Dios y habían predicho paz y prosperidad para
apaciguar los temores del pueblo y ganarse el favor de los gobernan-
tes. Pero en todos y cada uno de los ejemplos del pasado el juicio
de Dios había visitado a Israel tal como indicaron los verdaderos
profetas. Jeremías dijo: “El profeta que profetiza de paz, cuando se
cumpla la palabra del profeta, será conocido como el profeta que
Jehová en verdad envió”.
Jeremías 28:9
. Si Israel escogía correr el
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riesgo, los acontecimientos futuros decidirían cuál de ellos era el
falso profeta.
Hananías, que había montado en cólera, tomó el yugo del cuello
de Jeremías y lo rompió. “Y habló Hananías en presencia de todo el
pueblo, diciendo: ‘Así ha dicho Jehová: ‘De esta manera romperé