Página 176 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 4 (2007)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 4
el yugo de Nabucodonosor rey de Babilonia, del cuello de todas
las naciones, dentro de dos años”. Y siguió Jeremías su camino”.
Jeremías 28:11
. Había cumplido con su parte; había advertido al
pueblo del peligro que corría; había indicado la única vía para poder
recuperar el favor de Dios. Pero aunque su único delito fue referir
fielmente el mensaje de Dios al pueblo infiel, sus palabras fueron
objeto de burlas y escarnio y los hombres que ocupaban cargos de
responsabilidad lo acusaron e intentaron instigar al pueblo para que
lo matara.
Jeremías recibió otro mensaje: “Ve y habla a Hananías, diciendo:
‘Así ha dicho Jehová: ‘Yugos y madera quebraste, mas en vez de ellos
harás yugos de hierro’. Porque así ha dicho Jehová de los ejércitos,
Dios de Israel: ‘Yugo de hierro puse sobre el cuello de todas estas
naciones, para que sirvan a Nabudoconosor rey de Babilonia; y aun
también le he dado las bestias del campo’”. Entonces dijo el profeta
Jeremías al profeta Hananías: “‘Ahora oye, Ananás, Jehová no te
envió, y tú has hecho confiar en mentira a este pueblo’. Por tanto,
así ha dicho Jehová: ‘He aquí que yo te quito de sobre la faz de la
tierra; morirás en este año, porque hablaste rebelión contra Jehová’.
Y en el mismo año murió Hananías, en el mes séptimo”.
Jeremías
28:13-17
.
Aquel falso profeta había alimentado la falta de fe del pueblo
hacia Jeremías y su mensaje. Con maldad, había declarado que él
era el mensajero del Señor y sufrió la muerte como consecuencia de
aquel temible delito. El quinto mes Jeremías profetizó la muerte de
Hananías y en el séptimo su muerte probó las palabras de profeta
verdadero.
Dios había dicho que su pueblo se salvaría, que el yugo que
pondría sobre su cuello sería ligero, si se sometía sin quejas a su
plan. Su servidumbre estaba representada por el yugo de madera, que
era fácil de llevar; pero la resistencia se encontraría con la severidad
que le corresponde, representada por el yugo de hierro. Dios había
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decidido que el Rey de Babilonia no pudiera causar ninguna muerte
ni tampoco pudiera oprimir en demasía al pueblo. Pero al hacer
escarnio de su advertencia y sus mandamientos, los israelitas trajeron
sobre sí todo el rigor de la esclavitud. El pueblo prefirió recibir el
mensaje del falso profeta que predijo prosperidad porque era más
agradable. Que constantemente les recordaran sus pecados hería el